martes, 29 de mayo de 2012

Hitler y la lanza de Longinos - Locura gobernante sobre el arma que mato a Dios


He aquí una historia que se convirtió en una "leyenda" con el paso de los tiempos sobre la 2da Guerra Mundial. Redactada mas como un cuento, puesto que lo considero a mi criterio una ficción, esta es la historia de Hitler y la lanza de Longinos:

En 1913, por las calles de Viena, un miserable ex estudiante de arte intentaba en vano ganarse la vida vendiendo pequeñas acuarelas. Ocasionalmente, cuando el frío le impedía salir a la calle, vagaba por los corredores del museo del palacio Hofburg. Se sentía especialmente fascinado por un conjunto de piezas valiosas, conocidas como «las insignias de los Habsburgo». Entre ellas el joven vagabundo Adolf Hitler prestaba especial atención a la Santa Lanza, que la leyenda identifica con la que atravesó el costado de Cristo después que éste expirara en la Cruz.

Esta lanza llegaría más tarde a los guerreros teutónicos que la convirtieron en su talismán. Según cuentan, se le atribuía poderes sobrenaturales, ya que cuenta la tradición que aquel que la poseyera no perdería ninguna batalla. Pero no es todo tan bonito como parecería en principio, ya que tambien existe una leyenda negra sobre ella, y es que aquel que la pierda morirá.

Los escritores medievales, comenzando por el poeta francés Chrétien de Troyes alrededor de 1180, vincularon el destino del Santo Grial y de la Santa Lanza con la aventura del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, sobre todo con Lanzarote, Gawain y Perceval.

Paralelamente a estas historias -basadas en tradiciones celtas y en fragmentos de hechos históricos- subsistía la historia de que la Lanza, por lo menos, había sobrevivido a los siglos, pasando a veces a buenas manos, a veces a otras menos dignas. Quien la poseía adquiría un poder que podía ser usado para el bien o para el mal.

A principios de este siglo existían por lo menos cuatro «Santas Lanzas» en Europa. Quizá la más conocida fuera la que se conservaba en el Vaticano, aunque la Iglesia Católica parecía considerarla sólo una curiosidad. Ciertamente, las autoridades papales nunca le atribuyeron poderes sobrenaturales.

Una segunda lanza estaba en París, adonde había sido llevada por San Luis en el siglo XIII, cuando volvió de la cruzada a Palestina.

Otra, conservada en Cracovia (Polonia), era sólo una copia de la lanza de los Habsburgo.

Ésta es (La de Habsburgo), posiblemente, la que posee una genealogía mejor. Fue descubierta en Antioquía, en 1098, durante la primera cruzada, pero el misterio -y posiblemente la imaginación oscurecieron las circunstancias del hallazgo. Los cruzados habían sitiado con éxito la ciudad y la habían ocupado, cuando una banda de sarracenos fuertemente armada llegó e invirtió la situación, encerrando a los cruzados dentro de las murallas de la ciudad. Tres semanas después la comida y el agua escaseaban, y la rendición parecía el único camino. Entonces, un sacerdote dijo haber tenido una visión milagrosa de la Santa Lanza, enterrada en la iglesia de San Pedro. Cuando las excavaciones en ese sitio revelaron la presencia de una lanza de hierro, los cruzados se sintieron llenos de un renovado ardor y rompieron el cerco, derrotando a sus enemigos.

Las tradiciones germánicas, que no coinciden demasiado con esas fechas, afirman que la lanza de los Habsburgo fue llevada como talismán por Carlomagno, en el siglo IX, durante 47 campañas victoriosas. También le había conferido poderes de clarividencia. Carlomagno murió cuando la dejó caer accidentalmente.

Después de pasar por las manos de cinco monarcas sajones, llegó a manos de los Hohenstauffen de Suabia, que les sucedieron. Un destacado miembro de esta dinastía fue Federico Barbarroja, nacido en 1123. Antes de morir, 67 años más tarde, Barbarroja conquistó Italia y obligó al Papa a exiliarse; de nuevo, Hitler bien pudo haber admirado la dureza brutal de aquel personaje, combinada con una personalidad carismática que fue la clave de su éxito. Pero, al igual que Carlomagno, Barbarroja cometió el error de dejar caer la lanza mientras vadeaba un arroyo en Sicilia. Murió pocos minutos después.

La Fascinación De La Lanza

Ésta era la leyenda del arma que tanto fascinaba al joven Hitler. Durante su primera visita a la lanza la estudió con todo detalle. Medía 30 cm de longitud, y terminaba en una punta delgada, en forma de hoja; en algún momento, el filo había sido ahuecado para admitir un clavo -al parecer, uno de los usados en la crucifixión-. El clavo estaba sujeto con un hilo de oro. La lanza se había partido y las dos partes estaban unidas por una vaina de plata; dos cruces de oro habían sido incrustadas en la base, cerca del puño.

Estos detalles que describen la fascinación de Hitler ante la lanza de los Habsburgo provienen del testimonio del doctor Walter Johannes Stein, matemático, economista y ocultista que afirmaba haber conocido al futuro Führer justo antes de la guerra del 14.

En 1928 publicó un excéntrico panfleto, "Historia del mundo a la luz del Santo Grial", que circuló por Alemania, Holanda y Gran Bretaña. Cinco años después, el Reichsführer Heinrich Himmler ordenó que se obligara a Stein a trabajar en el «Buró ocultista» de los nazis, pero Stein huyó a Gran Bretaña. La segunda guerra mundial le sorprendió trabajando como agente del espionaje británico. Después de colaborar en la obtención de los planes de la «Operación Sealion» -la invasión de Inglaterra que proyectaba Hitler- fue consejero de Churchill, como asesor sobre las creencias ocultistas del líder alemán.

Stein nunca publicó sus memorias, pero antes de morir se hizo amigo de un ex oficial de comandos de Sandhurst, ahora periodista, Trevor Ravenscroft. Usando las notas y las conversaciones de Stein, Ravenscroft publicó en 1972 el libro "Spear of Destiny" (La lanza del destino) que por primera vez llamó la atención del público sobre la fascinación que sentía Hitler por la lanza de los Habsburgo.

¿Qué atractivo podía ofrecer la Santa Lanza, un símbolo cristiano, para el ex católico y violentamente anticristiano Adolf Hitler? Ya se había entregado a violentos desvaríos antisemitas, era un devoto discípulo del Anticristo de Nietzsche y sostenía su condena del cristianismo como «la última consecuencia del judaísmo».

Parte de la respuesta se encuentra en una tradición ocultista medieval vinculada con la historia de la Santa Lanza. Como cuenta el evangelio de San Juan, el soldado romano que hirió el cuerpo de Cristo cumplió, sin saberlo, las profecías del Antiguo Testamento (los huesos de Cristo no serían rotos). Si no hubiese hecho lo que hizo, el destino de la humanidad habría sido diferente. Según San Mateo y San Marcos, la verdadera naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado, que se llamaba Cayo Casio Longinos: «Viendo el centurión que estaba frente a Él de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios». (San Marcos, 15:39)

Para la mentalidad ocultista, un instrumento usado para un propósito tan importante se transforma en un foco de poder mágico. Y, como dice suscintamente Richard Cavendish, hablando del Grial y la Lanza en su libro El rey Arturo y el Grial:

Una cosa no es sagrada porque es buena. Es sagrada porque contiene un poder misterioso y terrible. Es tan poderosa para el bien o el mal como una fuerte descarga eléctrica. Si es mal usada, por importantes y comprensibles que sean las razones, las consecuencias pueden ser catastróficas para personas totalmente inocentes.

Según Stein, Hitler tenía conciencia de este concepto ya en 1912; de hecho, fue la obsesión de Hitler por la lanza y su poder de «varita mágica» el motivo de que los dos hombres de conocieran. En el verano de 1912, el doctor Stein compró una edición de Parsival, romance sobre el Grial del poeta alemán del siglo XIII Wolfram von Eschenbach, a un librero ocultista de Viena. Estaba llena de comentarios manuscritos en los márgenes, que mostraban una combinación de sabiduría ocultista y racismo patológico. En las guardas, su anterior propietario había anotado su nombre: Adolf Hitler.

A través del librero, Stein encontró a Hitler y pasó muchas horas con él, horrorizado pero fascinado. Aunque pasarían años antes de que el mísero pintor de cromos diera los primeros pasos por el camino del poder, poseía ya un carisma maligno. A través de su tortuoso discurso, una obsesión destacaba claramente: tenía un destino místico que cumplir y, según Stein, la lanza era la clave.

Hitler describió a Stein cómo había adquirido la lanza su especial significado para él:

Lentamente me apercibí de una presencia poderosa que la rodeaba, la misma impresionante presencia que había experimentado interiormente en esas ocasiones únicas de mi vida en que había sentido que un gran destino me aguardaba... una ventana en el futuro que se abría, a través de la cual veía, en un relámpago de iluminación, un hecho futuro, en función del cual sabía, más allá de toda contradicción, que la sangre de mis venas se transformaría algún día en el vehículo del espíritu de mi pueblo.

Hitler nunca reveló la naturaleza de su «visión», pero Stein creía que se había visto a sí mismo un cuarto de siglo después en la Heldenplatz, frente al palacio Hofburg, dirigiéndose a los nazis austríacos y a los desconcertados ciudadanos vieneses. Allí, el 14 de marzo de 1938, el Führer alemán anunciaría su anexión de Austria al Reich alemán... y daría la orden de llevar los atributos de los Habsburgo a Nüremberg, hogar espiritual del movimiento nazi.

sábado, 26 de mayo de 2012

Francis Drake - La ruta de mar desde Pirata a Sir




Durante casi un siglo, sólo se acercaron al nuevo continente descubridores y conquistadores, hasta que algunos marineros ingleses se aventuraron a recorrer las aguas atlánticas. Entre estos primeros marineros intrépidos se encontraba El Dragón, uno de los múltiples apelativos del corsario Francis Drake.

Siempre que se escucha su nombre, nos viene a la mente el clásico pirata de parche en el ojo y pata de palo. En realidad, Sir Francis Drake fue uno de los más grandes marinos que ha conocido la historia, aunque el tiempo se encargó de desfigurar su personalidad hasta convertirlo en un banal saqueador.

Piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios también formaron parte de la historia de América e influyeron notablemente en la cultura y características de las naciones que allí se forjaron, aunque no siempre se hable de ellos.

Esta biografía mostrará que el primogénito de Edmund Drake fue algo más que un simple pirata. Fue un joven luchador y con coraje, un hombre atractivo y mujeriego, como todos los marineros y, a pesar de su mala fama, una persona sensible que no dudó en regresar a su patria cuando murió su protector.

INFANCIA

Francis Drake nació entre 1540 y 1545 (algunos historiadores se atreven a confirmar la fecha de su nacimiento en 1543) en Crowndale, cerca de Tavistok, en el seno de una familia numerosa, ya que Drake era el primogénito de once hermanos. Su padre, Edmund Drake, fue expulsado de su ciudad por los católicos debido a sus creencias anglicanas en 1549. La familia tuvo que trasladarse a Guilligham, Kent, donde ejerció de predicador, dejando de lado sus aventuras como marinero. Este hecho marcó profundamente al jovencísimo Francis, quien heredó un profundo odio hacia los católicos que marcaría toda su vida.

SUS INICIOS COMO MARINERO

Francis Drake era sobrino de William Hawkins, hermano de John Hawkins, y aprovechó esta circunstancia para entrar al servicio de estos dos armadores. En 1558 se alistó en un mercante destinado al golfo de Vizcaya. Intentó un negocio en las Indias Occidentales, pero su cargamento fue confiscado por los españoles.

Poco después, en 1566, realizó su primer viaje a América baja las órdenes de John Lowell, donde conoció Tierra Firme y el negocio negrero. Regresó a Inglaterra un año más tarde y se embarcó de nuevo hacia América, esta vez bajo el mando de Hawkins.

Durante este segundo viaje, en Veracruz, Drake capitaneó un pequeño buque de cincuenta toneladas llamado Judith. Los españoles atacaron y tuvo que huir, ya que aquel pequeño barco no tenía capacidad ofensiva. Al llegar a Inglaterra, Drake quiso vengar la afrenta y solicitó al lord del Tesoro que le permitiera emprender una acción naval de castigo contra las colonias españolas. Ante la negativa del lord, Drake emprendió su viaje en solitario entre 1570 y 1571. De los viajes durante estos dos años poco se sabe.

PRIMEROS VIAJES EN SOLITARIO

Ya en 1572 se documenta su intento de apoderarse en Panamá de la plata procedente de Perú. Ese mismo año, el 24 de mayo, zarpó desde Inglaterra hacia puerto Faisán con dos barcos bajo su cargo: el Swan, de 25 toneladas, y el Parcha, de 70 toneladas. Se dirigió hacia Nombre de Dios y allí intentó robar la plata que se escondía en la tesorería real, pero sobrevino un contraataque español y tuvo que retirarse. Mientras esperaba su oportunidad, Drake sólo consiguió perder a varios hombres, entre ellos sus hermanos John y Joseph.

En el segundo intento corrió la misma suerte y tuvo que batirse en retirada. La plata española parecía estar maldita...

Pero a la tercera va la vencida y, tras unirse a Testu, el capitán de un barco hugonote, alcanzó la plata. Sólo guardó las barras y el resto lo escondió, pero uno de sus aliados franceses cayó preso de los españoles y confesó dónde guardaba Drake el tesoro. En la huida, apenas pudieron salvar 15.000 pesos que se repartieron entre todos.

Drake, quien “no venía a buscar honra, sino hacienda”, volvió a Inglaterra en agosto de 1573 y se puso al servicio del conde de Essex con tres fragatas para atacar Irlanda. Desde entonces, hasta 1577, no se sabe nada de él.

EL ASALTO AL PACÍFICO

Las intenciones de Drake cuando inició su vuelta al mundo se reducían a recorrer el litoral pacífico americano y regresar a Inglaterra por el estrecho de Magallanes, aprovechando la “visita” para hostilizar a los españoles, quienes le habían dado tantos quebraderos de cabeza. Cuando murió su protector, el conde de Essex, regresó a Inglaterra y fue presentado a Isabel I, que aprobó su proyecto de saquear las posesiones españolas del Pacífico.

Drake partió esta vez hacia América como un auténtico perro del mar con la patente de corso de su soberana. Salió del puerto de Plymouth en diciembre de 1577 con cuatro barcos (Elizabeth, Marigold, Swan y Pelican; esta última fue su buque insignia y fue rebautizada como Golden Hint), una pinaza (Benedit) y 160 hombres con dirección a Cabo Verde. Allí, capturó una nave portuguesa cuyo piloto, Nuño de Silva, les guió por el Pacífico.

En esta travesía tuvo numerosos problemas. Tuvo que ajusticiar a su amigo Thomas Doughty por insubordinación. Éste admitió su culpabilidad y Drake le dio a elegir entre tres opciones: ser ejecutado, abandonado en tierra o de vuelto a Inglaterra para que respondiera ante un tribunal. Doughty “manifestó que se inclinaba con todo su corazón por la primera de las opciones (...) y, sin perder un instante, dio un paso adelante y se arrodilló, preparando al mismo tiempo el cuello para el hacha y el alma para el cielo” . Partió hacia el Pacífico sólo con la Golden Hint, la Elizabeth y la Marigold.

Poco después, en el estrecho de Magallanes, los vendavales hundieron a la Marigold con todos su hombres. La Elizabeth desertó y Drake llegó al Pacífico con tan sólo la Golden Hint y 90 hombres.

Subió por la costa chilena haciéndose pasar por nave española, para después sembrar el pánico entre las poblaciones indefensas atacando de improviso. En la costa quiteña capturó un buque que transportaba plata peruana y se apoderó de su carga. El corsopirata Drake prosiguió hacia Nueva España, saqueando embarcaciones por el camino. Fue entonces cuando Drake decidió dar la vuelta al mundo, pensando que los españoles le estarían esperando en el estrecho de Magallanes.

Isabel I nombra a Drake Sir, en recompensa por sus
servicios a la corona
Pasó por México hasta llegar a California. En 1579 cruzó el Pacífico y llegó a Filipinas, no sin antes conseguir más barcos y botines en cada puerto. Pasó por la India y África, hasta volver a Plymouth en septiembre de 1580, habiendo dado la vuelta al mundo. Isabel I se hizo llevar en una barca hasta el Golden Hint, donde le nombró caballero. Sir Francis Drake escogió un modesto escudo de armas en cuya cimera se veía un barco sobre un globo terráqueo. La enseña parecía un dragón de agua.

Drake fue nombrado alcalde de Plymouth y representó a una villa de Cornualles en el Parlamento. Desde 1581 hasta 1585 vivió tranquilamente en la abadía de Buckland, que compró poco después de ser nombrado Sir.

EL DRAGÓN VUELVE AL CARIBE

Fue en 1585 cuando Isabel I decide hostigar las posesiones americanas de Felipe II en América. Llamó a Hawkins y a Drake para que lideraran y llevaran a cabo estos ataques. Les entregó dos navíos reales, el Bonaventure, de 660 toneladas, y el Arot, de 200 toneladas. A ellos se les unieron otros 19 navíos de comerciantes. En total, partieron 2300 hombres entre soldados y marinos.

Zarparon de Plymouth el 24 de septiembre de 1585 y se dirigieron a la ruta que seguía la plata española. Sin embargo, las naves que transportaba la plata no apareció, así que atacaron Vigo. Tras el saqueo, se dirigieron a Canarias porque Drake quería conquistar Santa Cruz de Palma, pero fue un fracaso.

El 11 de enero de 1586 llegaron a Santo Domingo. La ciudad huye y Drake saquea a placer, mientras algunos de sus hombres destrozaron las imágenes religiosas de los templos. Drake pide un tributo de quema de un millón de ducados, una recompensa para no incendiar la cuidad. Al final, tras algunas negociaciones, accedió a no hacerlo por 25000 ducados.

Tras esta aventura, mandó 10 naves a Calais con el botín mientras él seguía de pillaje, pero estas naves fueron capturadas por españoles.

El 19 de febrero llegó a Cartagena dispuesto a reducir la ciudad, con la bandera y la indumentaria negras, donde no ofrecieron resistencia. Felipe II les había avisado de la llegada de Drake. Pidió un tributo de quema de medio millón de ducados pero al final se resolvió con 12000 pesos.

Entonces se dirigió a Virginia. Estando frente a La Habana, esperó a la plata española que, de nuevo, no llegaba. Los españoles se habían reforzado y no creyó conveniente atacar, así que se dirigió a la Florida por el canal de la Bahama, donde destrozó San Agustín. Llegó a Roanoke el 9 de junio, desde donde partió hacia Inglaterra tras aprovisionarse.

Llegó a Plymouth el 28 de julio de 1586, con un botín de sólo 200.000 ducados, 18 naves averiadas y 1000 hombres menos, que habían caído en distintos combates y por enfermedad.

LA ARMADA INVENCIBLE

Fue en junio de 1588 cuando se enfrentaron los buques de Isabel II, liderados por Lord Howard pero dirigidos en realidad por Drake y Hawkins, a la “Armada Invencible” española, capitaneada por Alfonso Pérez de Guzmán. La lucha se saldó con 63 buques españoles perdidos.

Esta contienda tuvo otras consecuencias. Los mercantes y puertos indianos españoles estaban más desguarnecidos que nunca, pero la Corona española supo fortalecer y defender sus posesiones. Esto dificultó mucho las posteriores aventuras de Drake y, en general, cambió los objetivos de Inglaterra.

A raíz del desastre de la armada española, se desató la guerra contra Inglaterra, que duró hasta 1604, durante la cual las plazas y buques españoles fueron golpeados de manera continua por los perros de Isabel I.

Con la declaración de guerra, Drake y sus hombres ya eran corsarios y fueron tratados como tal en las indias. Sin embargo, la corona española siguió tratándoles como piratas y a quienes capturaron no les aplicaron el tratamiento de prisioneros de guerra.

Hawkins decidió que la mejor manera de destruir el poderío español era perseguir y apoderarse de manera sistemática de las flotas de la plata, pero Isabel I no estaba de acuerdo. Ella sólo permitió que se efectuaran expediciones periódicas aunque constantes. Esta decisión daba demasiado margen a los españoles y se reforzaron.

CRUCEROS DE VERANO

Así fue como se denominaron esas expediciones periódicas respaldadas por Isabel I. Fue en 1589 cuando se hizo el primer crucero de verano. Drake partió hacia La Coruña con una flota de 80 naves y 20.000 hombres. Intentó tomar La Coruña y Lisboa, fracasando en ambas ocasiones. La mayor aventura de esta etapa, aunque también la última para Hawkins y Drake, se ideó en 1595. Una iniciativa personal se convirtió en una empresa nacional, al obtener el apoyo de Isabel I.

Drake quería atacar Panamá para establecer allí una colonia, pero al final se decantaron por capturar un galeón naufragado en Puerto Rico repleto de plata. La flota se compuso de 27 barcos, seis de los cuales eran de Isabel I (Garland, Defiance, Bonaventure, Hope, Foresight y Adventure), y de 2500 hombres.

Zarparon de Plymouth el 2 de septiembre de 1595; Drake viajaba en el Defiance y Hawkins en el Garland, los dos buques nuevos. Pronto surgieron los problemas. Hawkins quería ir directamente a Puerto Rico pero Drake prefería saquear primero Canarias. Al final fueron a Las Palmas, la ciudad resistió la embestida y, mientras los ingleses intentaban en vano conquistarla, los españoles ya habían rescatado la plata de Puerto Rico.

El 22 de noviembre de ese mismo año llegaron a San Juan, donde fueron recibidos a cañonazos que destrozaron el Defiance. Fue entonces cuando Drake descubrió que las cosas habían cambiado y que las colonias españolas se habían reforzado y ya no eran los débiles objetivos de sus años mozos. Ese mismo día murió Hawkins, que ya estaba gravemente enfermo. Tras echar su cuerpo al mar con todos los honores, Drake asumió el mando único.

ÚLTIMAS AVENTURAS DE DRAKE

Pusieron rumbo hacia el cabo de la Vela, donde robaron unas canoas pertenecientes a la plaza de Riohacha. Los habitantes se negaron a comprar sus propias canoas, así que Drake incendió la ciudad. Se dirigió entonces a Santa Marta, ciudad que incendió tras no pagarse el rescate de su gobernador.

El 6 de enero de 1596 llegó a Nombre de Dios, que había sido avisada y evacuada, así que fue fácilmente saqueada por los hombres de Drake. Entonces intentó realizar su sueño de atacar Panamá, pero no lo consiguió y tuvo que refugiarse de nuevo en Nombre de Dios e incendió la ciudad el 12 de enero para vengar su fracaso.

Ya estaba muy enfermo de disentería y puso rumbo a Portobelo. El 28 de enero de 1596 llegó al puerto y en ese mismo instante murió. Su cuerpo fue depositado en una caja de plomo y fue arrojado al agua de la bahía.

miércoles, 16 de mayo de 2012

La comedia del arte - Dante y Virgilio

Pensando en que hacia mucho tiempo que no ponía nada referente a las pinturas y que en estos dias estaba recordando La Divina Comedia; hoy les comparto unas muy lindas y perturbadoras pinturas sobre Dante y Virgilio.

Todas las pinturas están basadas en los cantos del Infierno, puesto que dentro de toda La Divina Comedia, es la parte mas interesante.

Para iluminar a los que lo ignoran, la historia trata de una persona (a la que llamamos Dante) mientras pasa por el Infierno, Purgatorio y Cielo bajo la tutela del fantasma del poeta Virgilio. En estos descensos por el Infierno vemos reflejada la mentalidad de la época, así también como a las personas que Dante Alighieri deseaba infundir una tortura sin precedentes. Reflexiones sobre la psique humana y lo "cómico" del padecimiento de los tormentos por parte de seres históricos y ficticios que pagan el castigo de una religión que desconocieron. Uno de mis escritos favoritos, y del cual podría sentarme a hablar toda una vida.






miércoles, 2 de mayo de 2012

El/(la?) Papa Juan/a - La leyenda del Papado bajo una mujer


Cuentan escritos que Juana, alentada por el deseo del saber, comenzó una carrera eclesiástica, haciéndose pasar por un hombre, hasta llegar a ser Papa de la Iglesia.
Allá por el año 822, en Ingelheim am Rhein, cerca de la ciudad alemana de Mainz, nació la pequeña Juana, fruto del amor entre el predicador Gerbert y su amante compañera Elizabeth.

Gerbert formaba parte del amplio elenco de predicadores llegados desde el país de los anglos a la vieja Alemania con el objetivo de difundir el Evangelio, la palabra de Dios, junto a Elizabeth. En ese ambiente de religiosidad y educación, creció Juana, siempre curiosa por los entresijos de los evangelios y con un gran afán por consumir toda la cultura y el saber que el mundo ponía al alcance tan sólo de unos pocos hombres. Juana quería estudiar, conocer, aprender, saber y formarse intelectualmente.

El camino al aprendizaje vetado a mujeres
Con el paso de los años, la joven Juana descubrió que la única manera de continuar unos estudios sólidos era la carrera eclesiástica, por aquel entonces vetada a las mujeres.

Ella maldecía su suerte de ser mujer mientras se retorcía el cerebro pensando en la manera de continuar con su aprendizaje. Así, Juana decidió convertirse en Johannes Anglicus.

Entró, bajo su nuevo nombre, como copista en la iglesia. Con su nueva personalidad, Juana viajó de monasterio en monasterio, donde pudo relacionarse con grandes personajes de la época. Sus periplos le llevaron hasta Constantinopla, donde conoció a la emperatriz Teodora. De allí hasta Atenas, donde se formó en medicina bajo la tutela del rabino Isaac Israelí. Luego, vuelta a Germania y mudanza hasta el Regnum Francorum, la corte del rey Carlos el Calvo.

Llegada a Roma y ascenso
Juana continuaba presentándose al mundo como Johannes Anglicus y, así, se trasladó a Roma en el año 848.

Su conocimiento de las artes, las ciencias y las letras le valieron para dejar impresionados a muchos, con lo que obtuvo un puesto docente. Su reputación le sirvió para ganarse el favor de la Curia y fue presentada al Papa León IV, que la hizo su secretaria personal para los asuntos internacionales. Secretario, oficialmente.

Acceso al papado
Luego llegó la muerte del Papa, en julio del 855 y Juana, se hizo elegir sucesora. Su capacidad para convencer a los poderosos de la iglesia le otorgó la mitra papal y se convirtió en Juan VII.

Tras dos años de mandato eclesiástico, la irremediable fuerza de la naturaleza, unió carnalmente en el deseo a Juana y al embajador Lamberto de Sajonia. En uno de esos encuentros pasionales, Juana quedaría embarazada.

El parto, confesión forzada
Hizo lo imposible por disimular su estado, hasta que un día, mientras montaba a caballo, cerca de la iglesia de San Clemente, participando en una procesión desde el Vaticano a Letrán y fruto de las contracciones, dio a luz a su hijo.

El parto acabó con su vida y con su secreto. El dolor la mató y la iglesia borró la historia de las cabezas y corazones de la gente. Nunca existió esa Juana. Tras su muerte permanece enterrada en el mismo lugar en el que pereció y, desde entonces, los siguientes Papas que llegaron al poder, evitan pasar por esa zona como muestra de su repudio.

Leyendas de la leyenda

La iglesia cambió el pontificado de Juana por el de Benedicto III, del que no se conoce fecha real de su nacimiento. Fue tras esta historia, además, cuando la iglesia se vió obligada a verificar la virilidad de los papas electos.

Una silla perforada hacia posible el examen manual de los atributos sexuales por parte de un eclesiástico que al grito de "Duos habet et bene pendentes" (Tiene dos y cuelgan bien), exclamaba la validez del papado.

Las explicaciones a la leyenda son muy diversas. Unos dicen que el mito fue ideado a partir del apodo de papisa que recibió Juan VIII por su debilidad ante la iglesia de Constantinopla. Otros, aseguran que fue por el mismo sobrenombre aplicado a Marozia, la autoritaria amante de Juan XI. Los menos aseguran que aquello fue la reencarnación de la prostituta de Babilonia descrita en el Apocalipsis y que el mundo tal y cómo lo conocían, cambió para siempre tras la historia de Juana la papisa.