miércoles, 31 de octubre de 2012

Halloween - Retratos del horror del tiempo


El día de Todos Los Santos, se desvió abruptamente en el correr de los eones.
Mas allá de honrar,  divertir,  asustar, y comerciar; el Halloween toma vida como el objeto supremo del terror antiguo. Las imágenes de épocas pasadas crean ese temor que muchos el día de hoy tratan de buscar y no logran causar... porque como le ha pasado a Borges, ¿que asusta mas que el tiempo?

Imágenes de Halloween pasados:



 









miércoles, 10 de octubre de 2012

El Principio Antrópico - la razón humana arquitecta del universo.



Este principio sostiene que el universo tiende a lo humano, a hacer posible la vida y a mantenerla en evolución constante hasta alcanzar la consciencia. Se basa en el hecho, por una parte propuesto por Brandon Carter en 1973, de que nuestra misma existencia determina, en una medida considerable, las propiedades del universo que contemplamos, mientras que, por otro lado, se plantea el por qué de las constantes  físicas del universo que parecen estar diseñadas especialmente para que pueda existir la vida inteligente. Hasta el punto de que si tales constantes fueran distintas no existiríamos.

Tradicionalmente y desde diversos puntos de vista, siempre hemos considerado que el universo fue construido con un propósito, y hay varias evidencias acerca de ello: existen recursos para la vida, abundancia de aire y agua, la atmósfera detiene las radiaciones provenientes del espacio que pueden ser peligrosas para la vida, el Sol alumbra y calienta durante el día y nos permite dormir durante la noche; en suma, todo está organizado para conveniencia de la vida humana. Este principio de que el universo tiende a lo humano, a hacer posible la vida y a mantenerla, se ha denominado principio antrópico y se basa en el hecho de que nuestra misma existencia determina, en una medida considerable, las propiedades del universo que contemplamos.
El principio antrópico sostiene que los seres humanos, como observadores, son necesarios para la existencia misma del universo. Este principio, tal como fue enunciado por Brandon Carter, dice que el universo debe estar construido de tal manera que admita en su seno la creación de observadores en alguna de sus etapas, aunque la existencia de cualquier organismo que pueda calificarse como observador sólo será posible dentro de ciertas combinaciones restringidas de parámetros.

Según algunos autores, incluyendo divulgadores como Asimov, la pregunta de por qué un universo tan enorme es sólo para nosotros tiene una respuesta obvia: el universo es tan grande porque es muy viejo, y ello es para que nosotros tengamos tiempo de evolucionar.

Esta respuesta parece simplista pero vale la pena analizarla. Si el universo está en expansión, y tiene una extensión finita, para saber sus dimensiones se requiere saber su edad, que se asume de unos quince mil millones de años; por tanto su dimensión debe ser la distancia recorrida en ese tiempo por las más lejanas galaxias que se desplazan a la velocidad de la luz; es decir, quince mil millones de años luz. Por otra parte, la vida, tal como la conocemos, depende de la presencia de no sólo hidrógeno sino de otros elementos tales como el carbono, el nitrógeno y el fósforo, elementos que no pudieron producirse en el big bang originario, en el cual sólo se formó hidrógeno y helio. Los elementos más pesados tuvieron que esperar a la formación de galaxias y estrellas, en cuyo interior se pudiera realizar la nucleosíntesis por la fusión de aquellos dos elementos ligeros producidos en la explosión original.

Era, por tanto, necesario el paso de varios miles de millones de años para generar elementos pesados y, a partir de ellos, otros tantos para que pudiera desarrollarse la vida. Hawking explica lo anterior de la siguiente manera: Para llegar a donde estamos tuvo que formarse una generación previa de estrellas. Esas estrellas convirtieron una parte del hidrógeno y del helio originales en elementos como carbono y oxígeno, a partir de los cuales estamos hechos nosotros. Las estrellas explotaron luego como supernovas, y sus despojos formaron otras estrellas y planetas, entre ellos los de nuestro sistema solar, que tiene alrededor de cinco mil millones de años. Los primeros mil o dos mil millones de años de la existencia de la Tierra fueron demasiado calientes para el desarrollo de cualquier estructura complicada. Los aproximadamente tres mil millones restantes han estado dedicados al lento proceso de la evolución biológica, que ha conducido desde los organismos más simples hasta seres capaces de medir el tiempo transcurrido desde el big bang.

La pregunta mencionada antes es también planteada por el astrofísico Davies en dos partes; la primera es ¿por qué es tan grande el universo? Sabemos que no tiene un tamaño fijo pues está en continua expansión; ésta es necesaria para impedir que caiga dentro de sí mismo, mediante la atracción gravitatoria, en una singularidad. Es muy grande también en lo que se refiere a la elevada cantidad de estrellas que lo pueblan. La segunda es ¿por qué es tan viejo? Para que se desarrollen seres inteligentes, un sistema biológico necesita de miles de millones de años.

Por tanto, la vida basada en el carbono requiere que éste sea sintetizado en el núcleo de las estrellas, las cuales a su vez requieren también millones de años para formarse, para poder sintetizar elementos como el carbono y después estallar. Si el universo fuera más joven no podríamos estar aquí; así, la respuesta a las dos preguntas es una sola: el universo es muy grande porque es muy viejo y nuestra propia existencia implica que las estrellas están muy alejadas unas de otras. De allí la paradoja de que las mismas condiciones para la formación de la vida inteligente sean también las que impiden el contacto con otras formas de vida.

El nombre de principio antrópico fue propuesto por Brandon Carter en 1973 para afirmar simplemente que la existencia de la vida, es decir, de nosotros mismos, puede determinar algunas de las propiedades del universo que observamos.

Esta tesis es continuación de los trabajos de Whitrow, quien, en 1955 sostuvo que el hecho de que vivamos en un espacio tridimensional se relaciona con nuestra propia naturaleza en nuestra calidad de observadores racionales y procesadores de información; más tarde estableció la relación entre un universo muy grande y las condiciones necesarias para la vida. El mayor difusor del principio antrópico es Wheeler, un importante físico teórico de la relatividad general, quien lo ha descrito como el factor generador de la vida que está en el centro del mecanismo del mundo y de su diseño.

No es casual la utilización del término diseño ya que éste está emparentado etimológicamente con designio. Desde el principio de la historia se ha reconocido un designio en el mundo; el designio divino es el contenido de los cientos de relatos de la creación que forman la base de las religiones. Tanto en la visión de las estrellas como el Sol, y en otra cualquiera no habría vida inteligente para medir esas constantes físicas, de modo que la coincidencia tenía que darse simplemente por el hecho de que sólo existiría vida inteligente en el momento en que hubiera esta coincidencia.

Esa versión débil registra solamente el hecho de que para que nosotros, seres humanos dotados de inteligencia, estemos aquí preguntándonos acerca del origen del universo, ha sido necesaria una sucesión vertiginosa de casualidades favorables; esa versión débil ha dado paso rápidamente y, como dice Heidmann, a veces sin la debida cautela, a una versión fuerte que dice que nuestra existencia es la responsable de la estructura espacial del universo; es decir, que la aparición del hombre se convierte en la finalidad, el punto de llegada, el destino del universo.


El principio antrópico fuerte sostiene que el universo debe ser como es para permitir la existencia de la vida. Según Hawking, la versión fuerte dice: Hay muchos universos diferentes, o muchas regiones diferentes de un único universo, cada uno con su propia configuración inicial y, tal vez, con su propio conjunto de leyes. En la mayoría de estos universos las condiciones no serían apropiadas para el desarrollo de organismos complicados; solamente en los pocos universos que son como el nuestro se desarrollarían seres inteligentes que harían la pregunta: ¿por qué es el universo como lo vemos?

La respuesta, entonces, es simple: si hubiese sido diferente no estaríamos aquí.

Por su parte, Penrose también relaciona la versión fuerte con distintos universos: la versión fuerte se interesa no sólo en la localización espacial o temporal de este universo sino en una infinidad de universos posibles; desde allí, dice, se pueden sugerir respuestas a las preguntas de por qué las constantes de la física parecen estar diseñadas especialmente para que pueda existir vida inteligente: si tales constantes fueran distintas no estaríamos en este universo sino en otro. Pero, ¿para qué proponer varios universos?, se pregunta Hawking: Si están separados, lo que ocurra en uno de ellos no tiene consecuencia en otro; se debe usar un principio de economía y eliminarlos de la teoría. Por otro lado, si hay varias regiones de un único universo, las leyes tendrían que ser las mismas en cada región.

Esto reduce el principio antrópico fuerte al débil.

Pero no sólo se ve esta postura teleológica (todo tiene un propósito, un fin)  en lo relativo al origen del universo sino que también se pretende ir más all. El principio antrópico, al menos como algunas personas lo ven, sostiene, basado en algunas conclusiones de la mecánica cuántica, que los seres humanos, como observadores, son necesarios para la existencia misma del universo.

Según la teoría cuántica, las cosas tal como las entendemos cotidianamente han desaparecido; lo que encontramos son patrones de relaciones que se comportan de manera diversa: en un momento son partículas, en otro son ondas; en un momento son masa, en otro son energía. En el mundo cuántico las relaciones son lo que importa; es más, para algunos físicos éstas son la realidad. De allí que la predicción y la uniformidad absolutas sean imposibles, todo se convierte en algo fluido. Una fuente de esta condición de difuso viene del hecho de que la materia elemental tiene dos caras, dos manifestaciones diferentes: la materia puede ser en la forma de partícula, en un punto localizado del espacio, o bajo la forma de onda, como energía dispersa en un volumen finito.

La identidad de la materia, como paquete de ondas (la expresión se utiiza para comprender la doble naturaleza de la materia: paquete relativo a su posibilidad como partícula, o masa, y onda por su potencialidad ondulatoria, o como energía), incluye potencialidades de ambas formas, partículas y ondas, y estos dos aspectos no pueden estudiarse como un todo unificado, lo cual se enlaza aquí con otro principio fundamental de la física cuántica: el principio de incertidumbre de Heisenberg, que establece que podemos medir la posición de una partícula, o podemos estudiar su momento y observar la onda, pero no podemos medir simultáneamente sus dos aspectos pues siempre queda una incertidumbre.

El principio de dualidad onda/partícula junto con el principio de incertidumbre cambian nuestra relación con la observación y la medición pues si la materia desarrolla una relación con el observador y cambia al encontrarse con la expectativa de éste, ¿dónde queda la famosa objetividad científica de la realidad? Si el científico estudia propiedades ondulatorias, la materia se comporta como onda; si estudia propiedades de partícula se comporta como partícula; o sea que el acto de observación hace que la potencialidad del paquete de ondas se colapse en un aspecto, como partícula o como onda en un momento dado. Dicho en otras palabras, es imposible saber el estado de una partícula dada hasta que se observa; hasta ese momento esa partícula no es más que una onda de probabilidad (la expresión igualmente elegida quiere comprender la ambiguedad referida en cuanto a su naturaleza, teniendo en cuenta que hasta colapsarse como onda o como particula no es más que una probabilidad).

Con la observación se colapsa la función de onda o de partícula y se actualiza una de las probabilidades. De allí que algunos científicos interpreten que el universo sólo existe si hay alguien que lo observe. Ya no es posible estudiar algo separado de nosotros mismos pues nuestro acto de observación del proceso hace aparecer lo que estamos observando. Las partículas permanecen en un estado difuso, como posibilidad, hasta que se observan; sólo entonces se convierten en una cosa. De allí que J. Archibald Wheeler postule que el constituyente último de todo lo existente sea el etéreo acto de observación; el universo es un universo participativo. No es que el observador produzca la realidad pero sí es esencial en su aparición, evoca un potencial que está ya presente.

Wheeler ilustra lo anterior con un experimento mental referido a la doble naturaleza de la luz, corpuscular y ondulatoria; para ello asume la presencia de un instrumento para verificar la existencia de luz proveniente de una lejana estrella. Los fotones entran por la abertura en un extremo y chocan con una placa fotográfica situada en el otro extremo. Si la placa es rígida y fija, el resultado de la observación es que el fotón es una partícula; pero si la placa es muy sensible y está en movimiento, entonces el resultado de la observación es que el fotón es una onda.

Si el observador pudiera cambiar a voluntad de un tipo de placa al otro, entonces podría decir al apuntar hacia una estrella: Esta estrella está a diez millones de años; esto significa que si el fotón que voy a observar y verificar su presencia dejó la estrella hace diez millones de años como partícula, ha sido partícula diez millones de años. Si la dejó como onda, ha sido onda todo ese tiempo. Yo, como físico, al cambiar de una placa a la otra puedo determinar la naturaleza del fenómeno: regreso diez millones de años y determino la naturaleza del fotón.

La postura de Wheeler proviene de una interpretación literal del principio de incertidumbre puesto que este principio hace participar de algún modo al observador en la creación de la realidad física; de alguna manera extraña –dice– el principio cuántico establece que estamos tratando con un nuevo universo participante. Según él, los seres humanos y los instrumentos con los cuales observamos el universo, son los responsables del mundo fenoménico. Con esta aseveración el hombre es desplazado otra vez hacia el centro, o al menos así lo parece en una primera aproximación.

En realidad, lo que hace Wheeler es asumir de forma explícita que el objeto de la física es el mundo de los fenómenos, y éstos no son las cosas y acontecimientos en estado bruto sino su construcción, producto de la observación y de la verificación. Sólo después de que cosas y acontecimientos se entienden como fenómenos puede iniciarse la investigación científica. Sin embargo, cuando se trata de fenómenos no accesibles a ojo desnudo, por ejemplo cuando están muy distantes o son muy pequeños, la observación requiere de instrumentos y ello hace más crítica la situación puesto que los resultados del uso de instrumentos difieren de uno a otro. Esto va en contra del dictado del sentido común de que la naturaleza de la realidad no depende de los instrumentos con los cuales se observa.

La larga tarea iniciada por Copérnico, seguida por Galileo y Newton, y que concluye con Darwin y Freud tuvo como resultado sacar al hombre del centro, quitarle su etiqueta de rey de la creación, de ocupante por derecho propio del lugar privilegiado en el universo. El resultado de todo ese largo recorrido es que el hombre pasó a ser considerado como una especie más entre otros miles, resultado de una lenta evolución, que vive en un muy ordinario planeta que gira alrededor de una estrella también muy ordinaria en el extremo de una muy ordinaria galaxia.

En el último cuarto de siglo, sin embargo, cuando los parámetros básicos del universo y las constantes fundamentales de la física pueden ser calculados, incluso medidos directamente, muchos científicos (astrónomos y físicos...) comienzan a reconocer ciertas conexiones entre estas constantes y la existencia de la vida en nuestro planeta; sobre todo comienzan a pensar que los valores de tales constantes y parámetros deben ser precisamente los que son ya que de otra manera la vida sería imposible. Es decir, ya no con argumentos místicos o religiosos sino con datos provenientes de la observación, del cálculo, de la experimentación, de la medición de los parámetros fundamentales del universo, las relaciones con la existencia de la vida son interpretadas como prueba que la vida misma del hombre de algún modo determina el diseño actual del universo.

Aunque se sigue sintiendo en ellos un dejo de misticismo del cual no han podido escapar, los datos obtenidos en ese último cuarto de siglo no dejan de ser perturbadores.

Desde los años sesenta algunos astrónomos intentaron estimar el número de planetas en el universo con un ambiente favorable para la vida; reconocieron que sólo un cierto tipo de estrella con un planeta a una determinada distancia proporcionaría las condiciones necesarias para la vida. Sobre esta base hicieron algunos cálculos más bien optimistas sobre la probabilidad de encontrar vida en algún lugar del universo. Shklovsky y Sagan, por ejemplo, determinaron que sólo el 0.001% de todas las estrellas tendrían un planeta con posibilidad de tener vida; sin embargo, sobrestimaron el rango de estrellas y el de las distancias planetarias permisibles puesto que incluso ese bajo porcentaje daría un número posible de planetas habitados o susceptibles de serlo superior a 10 16 . Algunas de las determinaciones que tendrían que tomarse en cuenta junto con las constantes físicas y los parámetros fundamentales para la aparición y mantenimiento de la vida tal como la conocemos se muestran a continuación.

Enumeramos primero los relativos al sistema formado por el Sol, la Tierra y la Luna:

En primer lugar, la antigüedad del Sol: si fuera más joven de lo que es no habría alcanzado la fase estable de combustión; si fuera más antiguo, el sistema no contendría suficientes elementos pesados que son necesarios para nuestra propia constitución. Si el Sol fuera más joven, su luminosidad no se habría estabilizado, y si fuera más viejo ya no sería suficientemente estable. En segundo lugar, la masa del Sol: si fuera mayor de lo que es, las fuerzas de la marea en nuestro planeta afectarían su periodo de rotación; si la masa fuera menor, el rango de distancias apropiadas para la vida sería muy estrecho.

En tercero está la localización en la galaxia: si el Sol estuviera más cercano al centro de la galaxia, la densidad y la radiación serían muy grandes; si la distancia al centro fuera mayor de la real no habría suficientes elementos pesados para construir planetas rocosos. En cuarto está el tipo de estrella: si el Sol fuera más rojo o más azul de lo que es, habría en la Tierra una insuficiente respuesta a la fotosíntesis.

Los siguientes puntos tienen que ver específicamente con el planeta, en este caso la Tierra: si estuviera más alejada del Sol, sería muy fría para el ciclo estable del agua y si estuviera más cerca sería demasiado caliente. Si tuviera más masa, la gravedad sería mayor y la atmósfera retendría fuertes cantidades de metano y amoniaco, letales para la vida; si la gravedad fuera menor la atmósfera perdería mucha agua. Si la corteza fuera más gruesa captaría demasiado oxígeno de la atmósfera, y si fuera más delgada la actividad tectónica y volcánica sería muy intensa. Si su periodo de rotación fuera mayor, las diferencias de temperatura serían demasiado grandes; si fuera menor, sería muy fuerte la velocidad de los vientos atmosféricos.

 .04 05.
Si la interacción de la Tierra con la Luna fuera más intensa, los efectos de la marea en la atmósfera, los océanos y el periodo de rotación serían muy severos; si fuera más débil, la órbita sería más oblicua con grandes inestabilidades climáticas. Hay otras variables tales como el campo magnético o la inclinación del eje que no tomaremos en cuenta, pero desde ahora se puede ver que, según este criterio, la Tierra, el Sol y la Luna están articulados de la manera justa para que existan todas las condiciones para la vida. Lo que este argumento no toma en consideración es que la vida ha surgido y evolucionado en este planeta y por eso está adaptada a las condiciones prevalecientes; en lugar de pensar que el mundo está hecho a nuestra medida tendríamos que convencernos de que somos nosotros los construidos a su medida.

Con respecto a los parámetros del universo en general, damos a continuación algunos datos. Primero, que la edad del universo determina los tipos de estrellas que existen. Las primeras se formaron unos tres mil millones de años después del nacimiento del universo. Para que las supernovas comenzaran a distribuir elementos pesados que hicieron posible las estrellas como el Sol pasaron unos diez mil millones de años. Otros mil millones para que éstas se estabilizaran y pudieran soportar vida en sus planetas. Si el universo fuera unos dos mil millones de años más joven, no estaría en condiciones de tener estrellas como el Sol en fase estable de combustión. Si fuera unos cinco mil millones más viejo, tales estrellas ya no estarían en esa fase.

En segundo lugar está la tasa de expansión del universo, que afecta a los tipos de estrellas que se forman. Si esa tasa de expansión fuera mayor, el universo total podría haberse colapsado antes que una estrella como el Sol llegara a su fase estable. Pero si se hubiera expandido más rápidamente no se condensarían las galaxias y no habría estrellas.

En tercero, la entropía del universo, que afecta la condensación de los sistemas masivos. El universo contiene 10 8 fotones por cada barión (partículas que participan de las fuerzas nucleares fuertes, el protón y el neutrón). Esto lo hace muy entrópico, es decir, muy eficiente como radiador pero muy pobre como máquina. Si la entropía fuera mayor, no se formarían los sistemas galácticos ni las estrellas; si fuera menor, tales sistemas atraparían la radiación y no permitirían la fragmentación de los sistemas en estrellas.

En cuarto lugar está la masa del universo (la masa más la energía), que determina cuánta combustión nuclear ocurre a medida que el universo se enfría. Si la masa fuera mayor se formaría demasiado deuterio durante el enfriamiento; el deuterio es un poderoso catalizador para la combustión nuclear en las estrellas, por lo que el exceso haría que las estrellas se quemaran más rápido, pero si no se hubiera generado una cantidad suficiente no se habría producido helio al enfriarse y sin helio las estrellas no habrían podido producir elementos más pesados. Por ello el universo es grande; si fuera más pequeño ni siquiera se habría formado un planeta como la Tierra.

En quinto lugar está la uniformidad del universo, lo cual determina sus componentes estelares. El carácter uniforme del universo surge del breve periodo de expansión inflacionaria muy cerca del inicio del universo. Si fuera menos uniforme habría muchos hoyos negros separados por espacio vacío, pero si fuera más terso no se habrían formado las galaxias.

En sexto, la constante gravitatoria del universo, que determina qué clases de estrellas son posibles. Si la fuerza de gravedad fuera mayor, la formación de estrellas sería más eficiente y todas serían más masivas que el Sol al menos 1.4 veces. Las estrellas grandes son importantes porque fabrican los elementos pesados que se dispersan en el medio interestelar donde forman los planetas y las cosas vivientes en cualquier forma. Sin embargo, estas estrellas se queman muy rápido y no pueden mantener las condiciones de vida en los planetas que las rodean. Para ello se requieren estrellas del tamaño del Sol. Pero si la gravedad fuera ligeramente menor, todas las estrellas tendrían menos masa que el Sol, y aunque tardan mucho tiempo en quemarse y pueden mantener planetas con vida, no habría elementos pesados para construirlos.

En séptimo lugar aparece la distancia entre las estrellas, que afecta las órbitas e incluso la existencia de los planetas.

La distancia promedio entre estrellas en esta zona de la galaxia es de poco más de unos cinco años luz. Si esta distancia fuera menor, la interacción gravitacional entre ellas sería tan fuerte que desestabilizaría las órbitas planetarias, lo cual crearía variaciones de temperatura en el planeta. Si fuera mayor, los elementos pesados provenientes de las supernovas estarían tan finamente distribuidos que nunca se formarían planetas como la Tierra. La distancia promedio entre estrellas es la justa para hacer posible un sistema planetario como el nuestro.

También están los parámetros atómicos, entre los cuales está, en primer lugar, la fuerza nuclear fuerte que mantiene unidas las partículas en el núcleo del átomo. Si fuera ligeramente más fuerte, no sólo el hidrógeno sería raro sino que también la fuente de elementos esenciales más pesados que el hierro, resultante de la fisión de elementos muy pesados, sería insuficiente. En segundo, la fuerza nuclear débil, que afecta el comportamiento de los leptones (partículas elementales que no participan de las reacciones nucleares fuertes, como los neutrinos y los electrones).

La disponibilidad de neutrones a medida que el universo se enfría y permite la fusión nuclear determina la cantidad de helio que se produjo durante los primeros segundos después del big bang. Si la fuerza nuclear débil fuera mayor, los neutrones habrían disminuido rápidamente y menos estarían disponibles; por tanto, muy poco helio, o nada, se habría producido. Sin helio no se habrían fabricado suficientes elementos pesados en los hornos internos de las estrellas. Si fuera más débil, el big bang habría transformado todo, o casi todo, el hidrógeno en helio, con una sobreabundancia de elementos pesados, lo cual haría imposible la vida.

En tercer lugar, la constante electromagnética que liga los electrones con los protones. La característica de las órbitas de electrones determina a qué grado los átomos se unen para formar moléculas. Si tal constante fuera ligeramente menor, los electrones no se mantendrían en órbitaalrededor del núcleo. Si fuera mayor, un átomo no podría compartir un electrón con otro átomo. En cualquier caso no podrían formarse moléculas. En cuarto, la relación de masas entre el electrón y el protón que determina las características de las órbitas de los electrones. Un protón es 1836 veces más masivo. Si fuera menor, las moléculas no se formarían. En quinto, la estabilidad del protón, que afecta la cantidad de materia en el universo y el nivel de radiación.

La vida del protón es muy larga pero no infinita (10 32 años). Si fuera menor, las consecuencias para la vida serían inmensas porque su descomposición libera dosis letales de radiación.

Pero si fuera aún más estable habría emergido menos materia durante los acontecimientos del primer segundo, no habría materia suficiente para sostener la vida. Finalmente, la velocidad de la luz, que afecta las fuerzas fundamentales de la física; el más ligero cambio hacia arriba o hacia abajo niega cualquier posibilidad de vida en el universo.

Estos tres grupos de coincidencias en los parámetros fundamentales del universo que los científicos han descubierto no dejan de ser inquietantes, a pesar de que no podemos dejar de pensar que estas ideas están fuertemente influidas por el misticismo propio del cambio de milenio. Una conclusión como la de Heidmann nos da una tranquilidad, aunque sea provisional pues nos permite diferir el momento de la opción por una de las dos posturas que están detrás de estos principios.

Dice: Para conocer el universo, para emocionarse con su grandeza y embargarse de su belleza, sería preciso arrojar por la borda los tabúes, el sentido común y los prejuicios. Visto así, el hombre no aparece ya como la cima de la odisea cósmica, el ser cuya existencia desvelaría el sentido, sino como el fruto infinitamente precario y frágil de una grandiosa aventura de destino fantástico, como un delgado arabesco trazado sobre un cristal cubierto de escarcha, un trazo débil a merced de fuerzas inmensas que le sobrepasan y que disponen de él, una leve espuma sobre aguas turbulentas.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Perséfone - la ira de la vida sobre las estaciones climáticas



Desde los tiempos más remotos, el hombre, cuando no puede comprender el mundo externo que lo rodea, crea representaciones míticas. Así, la humanidad ha llegado ha mitificar desde la salida y la puesta del sol hasta los fenómenos atmosféricos, el crecimiento de las plantas, el nacimiento y la muerte. La primavera es la estación del renacimiento... así lo entendieron la gran mayoría de las religiones antiguas y, a partir de ello, levantaron muchos de sus mitos. En este contexto, la primavera es vista como lo muerto que renace. Una vez más ocurre el milagro: de los arboles deshojados renacen nuevos brotes y, una vez más, hay cosecha, es decir, vida.

Mahoma decía: "No hay gota en los mares, ni fruto en los árboles, ni planta en la tierra que no tenga en cada semilla un ángel que cuide de ella". La naturaleza está entonces ligada a lo sagrado y protegida por los guardianes de dios para que al hombre no le falte el sustento. Para algunos pueblos eslavos y escandinavos, por ejemplo, los templos consagrados a sus dioses eran bosques, lagos y árboles sagrados, pero todos celebraban festivales que podían durar semanas porque para todos los pueblos la primavera siempre era algo festivo.

Las diosas Démeter y Perséfone representaban para los pueblos de la antigüedad los poderes de la naturaleza, su transformación y la emergencia cíclica. En la antigua Grecia, el primer día de la primavera era el día en que Perséfone, prisionera bajo tierra durante seis meses, volvía al regazo de Deméter, su madre.
Cuenta Homero que en el sureste de Europa hubo un tiempo en el que reinaba la eterna primavera. La hierba siempre era verde y espesa y las flores nunca marchitaban. No existía el invierno, ni la tierra yerma, ni el hambre. La artífice de tanta maravilla era Démeter, la cuarta esposa de Zeus. De este matrimonio nació Core, luego llamada Perséfone. Se trataba de una hermosa joven adorada por su madre que solía acercarse a un campo repleto de flores a jugar. Un día, pasó por allí el terrible Hades con su temible carro tirado por caballos. Se encandiló con Perséfone y la raptó para llevarla al subsuelo, su territorio. Deméter, al no encontrar a su hija y con una antorchas en cada mano, emprendió una peregrinación de nueve días y nueve noches. Al décimo día el Sol, que todo lo ve, se atrevió a confesarle quién se había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Démeter decidió abandonar sus funciones y el Olimpo. Vivió y viajó por la tierra. Esta se quedó desolada y sin ningún fruto ya que, privada de su mano fecunda, se seca y las plantas no crecen. Ante este desastre Zeus se vio obligado a intervenir pero no pudo devolverle la hija a su madre. Es que Perséfone ya había probado el fruto de los infiernos (la granada) y por eso le era imposible abandonar las profundidades y regresar al mundo de los vivos. Sin embargo, se pudo llegar a un acuerdo: una parte del año Perséfone lo pasaría con su esposo y, la otra parte, con su madre.

Lo que este mito indica es que cuando Perséfone regresa con su madre, Démeter muestra su alegría haciendo reverdecer la tierra, con flores y frutos. Por el contrario, cuando la joven desciende al subterráneo, el descontento de su madre se demuestra en la tristeza del otoño y el invierno. Así se renueva anualmente el ciclo de las estaciones y así explicaban los griegos la sucesión de ellas: el otoño y el invierno son tristes y oscuros como el corazón de Deméter al estar separada de su hija. La alegría y la serenidad retornan cuando vuelve con ella, es decir, cuando comienza la primavera.

viernes, 13 de julio de 2012

Darwinismo social - la biología sociológica


El término alude a un vasta problemática suscitada a partir de relaciones establecidas en la Inglaterra victoriana entre ciencia e ideología, saber biológico y poder, cuyas derivaciones que permiten advertir su presencia en la mundialización pueden buscarse en una apelación como recurso retórico para naturalizar las desigualdades sociales. Junto a esta directa asimilación del darwinismo social con el estado de laissez faire generalizado, también existen otras más complejas apropiaciones biológicas y socio-políticas que contribuyeron a actualizar su protagonismo en la proceso de mundialización.

El cruce de estas interrelaciones reconduce permanentemente la cuestión, claro está, a la teoría de Charles Darwin, formulada con On the origin of species of natural selection, or the preservation of favoured races in the struggle for life(1859) y The descent of man, and selection in relation to sex (1871), aunque ella fue tan importante para el tema que nos ocupa como las reelaboraciones iniciadas desde el momento en el que se adicionó el adjetivo social para potenciar los alcances de lo que ya era una gran metáfora, quizás la más significativa construida por la ciencia moderna. Una metáfora que permitió dar cuenta de que la evolución experimentada por especies del reino animal y vegetal se corresponde con el progreso de las sociedades humanas, y a través de ella un problema de orden biológico, inmediatamente fue también de índole sociológica, poblacional y de economía política.
Si Robert Malthus en An essay on the principle of population (1798) advirtió los riesgos que entrañaba el crecimiento poblacional en sociedades que no podían proveer los medios de subsistencia alimenticio a todos, en las grandes concentraciones urbanas provocadas por la revolución industrial que él mismo no llegó a ver, su tesis alcanzó una inusitada resonancia. En efecto, promediando el siglo XIX la visión evolucionista que acompañó el ascenso de la burguesía ya había sido permeada por la lógica malthusiana y los riesgos de que el incremento poblacional agote los bienes de consumo fueron un problema que atravesó el núcleo de preocupaciones del campo científico de la Inglaterra victoriana. No parece conducente aquí detenerse en la larga polémica que dividió y aún divide a historiadores de la ciencia, según la cual Darwin fue o no influenciado decisivamente por la tesis de Malthus al elaborar su teoría. Una polémica que se prolonga en quienes buscan distinguir la teoría biológica de sus eventuales aplicaciones políticas que, desde esa perspectiva, eran desconocidas para Darwin, y aquellos que por el contrario consideran redundante agregar el adjetivo social al darwinismo.

Lo cierto es que existió desde la última parte del siglo XIX una notoria avidez en el campo político por asimilar los conceptos básicos enunciados por Darwin a las advertencias maltusianas, y desde las relecturas sociales se llegó a una clara certeza: la competencia intraespecífica en la visión de los primeros evolucionistas se redefinía al quedar inscripta en el campo social la struggle for life, y aquella puja que aquellos advertían entre leones y gacelas pasaba a ser desde entonces la entablada por gacelas contra gacelas.
El término darwinismo social fue acuñado, probablemente por primera vez, en 1879 por el anarquista Emile Gautier, en un ciclo de conferencias pronunciadas en el Cercle d´etudes sociales du Panteón de Paris. De ese evento surgió el libro Le darwinisme social que tuvo una rápida traducción a otras lenguas, pudiendo asignársele a él la institucionalización académica del concepto. Ya el positivismo de Herbert Spencer había logrado traducir el darwinismo a la sociología, habilitando una explícita vía de interlocución entre las ciencias humanas y las de la naturaleza signada por una asimilación de la lucha por la supervivencia a la competencia hiperindividual en el laissez faire de la economía de mercado, en la que muchos verán que allí, antes que en el propio Darwin, residía el verdadero núcleo duro del darwinismo social. También contribuyó al afianzamiento del concepto la obra del sociólogo ruso radicado en Francia, Jaques Novicow, Le critique du darwinisme social (1910), que estableció una clara caracterización: se trataba de un homicidio colectivo al quedaba supeditada la causa del progreso de la raza humana. El darwinismo social, desde esa perspectiva, consistía en una suerte de reaseguro para la policía de las poblaciones, siendo en una sociedad capitalista un mecanismo de legitimación de la competencia económica sin límites entre individuos.

Sin embargo, el darwinismo social también sirvió de referencia a planteos situados en otras coordenadas que van más allá de esa directa subsidiariedad con los intereses de la burguesía inglesa en el poder. Distintos autores han interpretado que el paso de Of the origin species… The descent of man…, también conllevó cambios que permitieron afirmar nuevas perspectivas frente a la idea liberal. El “segundo Darwin” que incorporaba a su teoría la compasión y el altruismo introducía un factor decisivo en la explicación de la struggle for life, que aún siendo intraespecífica podía ser entablada entre grupos. Figuras como el anarquista como Pietr Kropotkin o Elisée Reclus, iluminarán una intensa apropiación que hasta la Gran Guerra la izquierda hará del darwinismo, al sobreimprimirle a la relación del evolucionismo con el progreso social la identificación con una metáfora de la naturaleza humana que podía ser vista orgánicamente como un todo independiente y armonioso en el que tenía lugar la cooperación social y la razón humana. Y en si Kropotkin y Reclús aparece también otro rasgo significativo como es la proyección del darwinismo a una escala espacial a través de la geografía, con el escocés Patrick Geddes, la tendencia basada en mirar el territorio desde el organicismo darwiniano derivará en el surgimiento del planeamiento como una nueva disciplina nacida de ideas presentadas en la Sociological Society londinense.

Pero la convicción de que la “lucha” darwiniana podía ser grupal, posibilitará a su vez exacerbar pujas fundadas en motivos raciales, mientras al mismo tiempo se producía una apropiación política que pasaba del ultraliberalismo a regímenes totalitarios, en la mismas medida en que el darwinismo social llegó a ser utilizado para producir el equivalente desplazamiento de un enfoque biológico que entendía el organismo como el marco de una competencia interindividual generalizada hacia otro que lo consideraba como el resultado de interacciones corporativas. La “lucha” entre grupos podía ser utilizada para legitimar la colonización de naciones, el estado de guerra, la inferioridad de razas, de la mujer, etc. En esa clave deben ser vistas también reinterpretaciones de la metáfora darwniniana: el concepto de “lucha” de la struggle for life, fue traducido al alemán con el vocablo krampf que sugiere las ideas de agresión y guerra al pie de la letra, tal como lo expone el famoso texto de Adolf Hitler.
La idea de que en la selección natural también podían tener cabida lazos grupales, había sido esbozada por el propio Darwin en The origin species…, mencionando el ejemplo de las hormigas y las abejas. Inspirado en esa referencia William Morton Weeler formuló en 1911 la “teoría del superorganismo”, por la cual eran homologadas las sociedades de insectos con el funcionamiento de un organismo multicelular. Ello equivalía a un sistema fundado en un organicismo social que regía una sociedad sin conflictos de interés, donde las divisiones jerárquicas del trabajo quedaban iluminadas por el ejemplo de la reina y las obreras en una colmena de abejas. El interés por avanzar desde el darwinismo social hacia una explicación de los comportamientos humanos a partir del conocimiento de los “insectos sociales”, derivó en la creación de una nueva disciplina, la sociobiología. Su origen se asocia con la tesis de William Hamilton, quien partiendo de pensar que la darwiniana “selección natural” podía aplicarse a familias de individuos, concibió en 1964 la “teoría de la parentela”. Edward Wilson avanzó en la misma dirección, publicando Sociobiology. The New Synthesis (1975), obra que dio origen a la Sociobiología como disciplina científica.

Mientras ciertas sugerencias altruistas de la teoría de Darwin encontraban en la Sociobiología una reinterpretación científica que, desde su organicismo y su propensión a explicar la sociedad desde un conjunto de genes estudiados a partir del conocimiento de “insectos sociales”, aún sigue suscitando no pocas polémicas; la matriz más dura de la hipercompetitividad en un mundo que no podía tener cabida para todos, continuó siendo invocada a través de sucesivas recreaciones del maltusianismo. Entre éstas últimas, también se hallaron los usos formulados desde corrientes de izquierda para impulsar el birth control e instalar los derechos de la mujer como tema dentro de una agenda que incorporó la familia nuclear, que le permitía asumir una vida social activa y la separación del placer sexual de la reproducción. Sin embargo, tampoco en torno al neomaltusianismo puede decirse que han sido diáfanas las apropiaciones políticas del darwinismo social. Prueba de ello es la reciente reelaboración de este cuerpo de pensamiento surgida del italiano Giovanni Sartori, quien en el contexto de la mundialización, asume la pretendida función de custodiar el bienestar general de una Europa amenazada por la “invasión” de latinoamericanos y africanos ilegales. Aquel verdadero emblema de la izquierda que es el birth control, se convierte aquí en una excusa frente a nuevas formas de exclusión global: para Sartori y Mazzoleni en La Terra Scoppia. Sovrapopolazione e Sviluppo (2003), mientras la Iglesia Católica no deje de interferir en la aplicación de políticas neomaltusianas en países subdesarrollados, continuará en riesgo el orden mundial.

jueves, 12 de julio de 2012

Hefesto - el forjador de las desgracias del hombre


En Roma, Vulcano. Según Hesíodo, es hijo de Hera en solitario; según Homero es hijo de Hera y Zeus. Representa el fuego "industrial", el que se utiliza en la orfebrería. Es presentado como el artesano de los dioses y era ayudado en su trabajo por los Cíclopes. Se le advocaba como dios protector de las artes.
Era objeto de espanto para los hombres y de aversión hasta para los dioses, sobre todo para las divinidades solares como Zeus Atenea y Apolo.Además de por Enio (diosa de la guerra), su séquito estaba formado por Deimos (el espanto), Fobos (el terror), ambos hijos suyos, Eris (la discordia) y una multitud de demonios que le servían de escuderos.

Hefesto es representado como un hombre feo, sudoroso, con la barba desaliñada, el pecho descubierto, siempre trabajando en la fragua. Zeus lo nombró dios del fuego. Elaboró el collar que regaló a Hermíone, el cetro de Agamenón y los autómatas que trabajaban en su fragua.

Epítetos: herrero, el ilustre cojo de ambos pies.

Linaje e identidad
Hijo de Hera. Es el dios del fuego, del hierro. Su identificación con Vulcano no es adecuada: su fuego no es destructor. Es un genio deforme y maltratado, objeto de risa, pero al que todos acuden al necesitar joyas, armas o máquinas sutiles. Popular en la tierra y en el cielo.

Figura y atributos 
Se le representa como un hombre con largos cabellos, túnica sin mangas. Cojo y feo, pero cordial. Sabio, competente, atareado en su fragua (imaginada bajo un volcán).

Atributos: Martillo, tenazas, yunque, hacha. En sus representaciones suele aparecer acompañado de los cíclopes. Una representación artística conocida es La Fragua de Vulcano, de Velázquez.

Campos de protección
Dios herrero, señor del fuego y los metales, protector de artesanos y ceramistas (todos cuantos trabajan con fuego).

Lugares de Culto
Se le rinde culto en áreas volcánicas. Tisión y Hephasteion. Hefesto en Atenas tenía un templo, al lado del ágora, el Teseión, y un altar propio en el Erecteión.

Actuaciones míticas relevantes

Nacimiento
Es hijo de Zeus y de Hera, aunque algunas noticias sostienen que era hijo solo de Hera, que lo habría engendrado ella sola en venganza porque Zeus había hecho lo propio para procrear a Atenea. Algunas leyendas sostienen que su madre Hera lo expulsó del Olimpo debido a que era cojo y deforme, otras, que fue su padre Zeus quien lo arrojó a causa de una conspiración de Hera y Hefesto para derrocarlo. Sea de una forma o de otra, su cuerpo cayó al mar donde dos nereidas, Tetis y Eurinome, lo recogieron y lo cuidaron en la isla de Lemnos hasta que creció.

Adulterio de Afrodita

Febo descubrió el adulterio de Afrodita y Ares y se lo contó a Hefesto, quien elaboró unas tenues cadenas que dispuso en el lecho donde iban a yacer su mujer y Ares, elaboró tales cadenas con un mecanismo que hacía que se soltasen al más mínimo contacto, de tal forma que Afrodita y Ares quedaron atrapados mientras se amaban. El dios herrero abrió la puerta y llamó a los demás dioses para que viesen la escena; algún dios desenfadado comentó que no le habría importado sentir tal vergüenza.

Hefesto y Atenea

También pretendió a la diosa Atenea; intentó forzarla a acostarse con él y Atenea logró defenderse, pero una gota de semen de Hefesto cayó sobre el muslo de la diosa. Ella lo limpió con un trozo de lana y lo tiró al suelo; en el lugar donde había caído nació Erictonio.
Intervenciones secundarias

Hefesto el artesano

Hefesto fue creciendo y se hizo un hábil artesano en la elaboración del hierro y otros metales. Se creía que el taller de Hefesto estaba situado bajo el Etna. Hefesto, usando sus conocimientos, elaboraba para sus madres adoptivas hermosas joyas.

Sucedió que Tetis, una de ellas, acudió a una fiesta en el Olimpo, luciendo una preciosa joya que había sido confeccionada por Hefesto; el adorno despertó la envidia de la diosas, especialmente de Hera quien obtuvo de Tetis el nombre del orfebre.

Hera pidío a Hefesto que regresara al Olimpo, deseo que no obtuvo, a pesar de los ruegos que Tetis y los dioses hicieron a Hefesto; entonces intervino el dios Dioniso, quien mediante una pócima logró la promesa de Hefesto de acudir a la llamada de Hera, no obstante el dios de la fragua quedó contrariado por la palabra dada en contra de su verdadera voluntad, por ello envió a Hera un trono de oro del cual, una vez que se hubo sentado, su madre no pudo levantarse; así que Hefesto, dueño de la situación impuso severas condiciones para regresar al hogar de los dioses, una de las cuales fue contraer matrimonio con Afrodita, diosa del amor.

Tomando como base la arcilla creó a la primera mujer, que recibió por nombre Pandora.

martes, 29 de mayo de 2012

Hitler y la lanza de Longinos - Locura gobernante sobre el arma que mato a Dios


He aquí una historia que se convirtió en una "leyenda" con el paso de los tiempos sobre la 2da Guerra Mundial. Redactada mas como un cuento, puesto que lo considero a mi criterio una ficción, esta es la historia de Hitler y la lanza de Longinos:

En 1913, por las calles de Viena, un miserable ex estudiante de arte intentaba en vano ganarse la vida vendiendo pequeñas acuarelas. Ocasionalmente, cuando el frío le impedía salir a la calle, vagaba por los corredores del museo del palacio Hofburg. Se sentía especialmente fascinado por un conjunto de piezas valiosas, conocidas como «las insignias de los Habsburgo». Entre ellas el joven vagabundo Adolf Hitler prestaba especial atención a la Santa Lanza, que la leyenda identifica con la que atravesó el costado de Cristo después que éste expirara en la Cruz.

Esta lanza llegaría más tarde a los guerreros teutónicos que la convirtieron en su talismán. Según cuentan, se le atribuía poderes sobrenaturales, ya que cuenta la tradición que aquel que la poseyera no perdería ninguna batalla. Pero no es todo tan bonito como parecería en principio, ya que tambien existe una leyenda negra sobre ella, y es que aquel que la pierda morirá.

Los escritores medievales, comenzando por el poeta francés Chrétien de Troyes alrededor de 1180, vincularon el destino del Santo Grial y de la Santa Lanza con la aventura del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, sobre todo con Lanzarote, Gawain y Perceval.

Paralelamente a estas historias -basadas en tradiciones celtas y en fragmentos de hechos históricos- subsistía la historia de que la Lanza, por lo menos, había sobrevivido a los siglos, pasando a veces a buenas manos, a veces a otras menos dignas. Quien la poseía adquiría un poder que podía ser usado para el bien o para el mal.

A principios de este siglo existían por lo menos cuatro «Santas Lanzas» en Europa. Quizá la más conocida fuera la que se conservaba en el Vaticano, aunque la Iglesia Católica parecía considerarla sólo una curiosidad. Ciertamente, las autoridades papales nunca le atribuyeron poderes sobrenaturales.

Una segunda lanza estaba en París, adonde había sido llevada por San Luis en el siglo XIII, cuando volvió de la cruzada a Palestina.

Otra, conservada en Cracovia (Polonia), era sólo una copia de la lanza de los Habsburgo.

Ésta es (La de Habsburgo), posiblemente, la que posee una genealogía mejor. Fue descubierta en Antioquía, en 1098, durante la primera cruzada, pero el misterio -y posiblemente la imaginación oscurecieron las circunstancias del hallazgo. Los cruzados habían sitiado con éxito la ciudad y la habían ocupado, cuando una banda de sarracenos fuertemente armada llegó e invirtió la situación, encerrando a los cruzados dentro de las murallas de la ciudad. Tres semanas después la comida y el agua escaseaban, y la rendición parecía el único camino. Entonces, un sacerdote dijo haber tenido una visión milagrosa de la Santa Lanza, enterrada en la iglesia de San Pedro. Cuando las excavaciones en ese sitio revelaron la presencia de una lanza de hierro, los cruzados se sintieron llenos de un renovado ardor y rompieron el cerco, derrotando a sus enemigos.

Las tradiciones germánicas, que no coinciden demasiado con esas fechas, afirman que la lanza de los Habsburgo fue llevada como talismán por Carlomagno, en el siglo IX, durante 47 campañas victoriosas. También le había conferido poderes de clarividencia. Carlomagno murió cuando la dejó caer accidentalmente.

Después de pasar por las manos de cinco monarcas sajones, llegó a manos de los Hohenstauffen de Suabia, que les sucedieron. Un destacado miembro de esta dinastía fue Federico Barbarroja, nacido en 1123. Antes de morir, 67 años más tarde, Barbarroja conquistó Italia y obligó al Papa a exiliarse; de nuevo, Hitler bien pudo haber admirado la dureza brutal de aquel personaje, combinada con una personalidad carismática que fue la clave de su éxito. Pero, al igual que Carlomagno, Barbarroja cometió el error de dejar caer la lanza mientras vadeaba un arroyo en Sicilia. Murió pocos minutos después.

La Fascinación De La Lanza

Ésta era la leyenda del arma que tanto fascinaba al joven Hitler. Durante su primera visita a la lanza la estudió con todo detalle. Medía 30 cm de longitud, y terminaba en una punta delgada, en forma de hoja; en algún momento, el filo había sido ahuecado para admitir un clavo -al parecer, uno de los usados en la crucifixión-. El clavo estaba sujeto con un hilo de oro. La lanza se había partido y las dos partes estaban unidas por una vaina de plata; dos cruces de oro habían sido incrustadas en la base, cerca del puño.

Estos detalles que describen la fascinación de Hitler ante la lanza de los Habsburgo provienen del testimonio del doctor Walter Johannes Stein, matemático, economista y ocultista que afirmaba haber conocido al futuro Führer justo antes de la guerra del 14.

En 1928 publicó un excéntrico panfleto, "Historia del mundo a la luz del Santo Grial", que circuló por Alemania, Holanda y Gran Bretaña. Cinco años después, el Reichsführer Heinrich Himmler ordenó que se obligara a Stein a trabajar en el «Buró ocultista» de los nazis, pero Stein huyó a Gran Bretaña. La segunda guerra mundial le sorprendió trabajando como agente del espionaje británico. Después de colaborar en la obtención de los planes de la «Operación Sealion» -la invasión de Inglaterra que proyectaba Hitler- fue consejero de Churchill, como asesor sobre las creencias ocultistas del líder alemán.

Stein nunca publicó sus memorias, pero antes de morir se hizo amigo de un ex oficial de comandos de Sandhurst, ahora periodista, Trevor Ravenscroft. Usando las notas y las conversaciones de Stein, Ravenscroft publicó en 1972 el libro "Spear of Destiny" (La lanza del destino) que por primera vez llamó la atención del público sobre la fascinación que sentía Hitler por la lanza de los Habsburgo.

¿Qué atractivo podía ofrecer la Santa Lanza, un símbolo cristiano, para el ex católico y violentamente anticristiano Adolf Hitler? Ya se había entregado a violentos desvaríos antisemitas, era un devoto discípulo del Anticristo de Nietzsche y sostenía su condena del cristianismo como «la última consecuencia del judaísmo».

Parte de la respuesta se encuentra en una tradición ocultista medieval vinculada con la historia de la Santa Lanza. Como cuenta el evangelio de San Juan, el soldado romano que hirió el cuerpo de Cristo cumplió, sin saberlo, las profecías del Antiguo Testamento (los huesos de Cristo no serían rotos). Si no hubiese hecho lo que hizo, el destino de la humanidad habría sido diferente. Según San Mateo y San Marcos, la verdadera naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado, que se llamaba Cayo Casio Longinos: «Viendo el centurión que estaba frente a Él de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios». (San Marcos, 15:39)

Para la mentalidad ocultista, un instrumento usado para un propósito tan importante se transforma en un foco de poder mágico. Y, como dice suscintamente Richard Cavendish, hablando del Grial y la Lanza en su libro El rey Arturo y el Grial:

Una cosa no es sagrada porque es buena. Es sagrada porque contiene un poder misterioso y terrible. Es tan poderosa para el bien o el mal como una fuerte descarga eléctrica. Si es mal usada, por importantes y comprensibles que sean las razones, las consecuencias pueden ser catastróficas para personas totalmente inocentes.

Según Stein, Hitler tenía conciencia de este concepto ya en 1912; de hecho, fue la obsesión de Hitler por la lanza y su poder de «varita mágica» el motivo de que los dos hombres de conocieran. En el verano de 1912, el doctor Stein compró una edición de Parsival, romance sobre el Grial del poeta alemán del siglo XIII Wolfram von Eschenbach, a un librero ocultista de Viena. Estaba llena de comentarios manuscritos en los márgenes, que mostraban una combinación de sabiduría ocultista y racismo patológico. En las guardas, su anterior propietario había anotado su nombre: Adolf Hitler.

A través del librero, Stein encontró a Hitler y pasó muchas horas con él, horrorizado pero fascinado. Aunque pasarían años antes de que el mísero pintor de cromos diera los primeros pasos por el camino del poder, poseía ya un carisma maligno. A través de su tortuoso discurso, una obsesión destacaba claramente: tenía un destino místico que cumplir y, según Stein, la lanza era la clave.

Hitler describió a Stein cómo había adquirido la lanza su especial significado para él:

Lentamente me apercibí de una presencia poderosa que la rodeaba, la misma impresionante presencia que había experimentado interiormente en esas ocasiones únicas de mi vida en que había sentido que un gran destino me aguardaba... una ventana en el futuro que se abría, a través de la cual veía, en un relámpago de iluminación, un hecho futuro, en función del cual sabía, más allá de toda contradicción, que la sangre de mis venas se transformaría algún día en el vehículo del espíritu de mi pueblo.

Hitler nunca reveló la naturaleza de su «visión», pero Stein creía que se había visto a sí mismo un cuarto de siglo después en la Heldenplatz, frente al palacio Hofburg, dirigiéndose a los nazis austríacos y a los desconcertados ciudadanos vieneses. Allí, el 14 de marzo de 1938, el Führer alemán anunciaría su anexión de Austria al Reich alemán... y daría la orden de llevar los atributos de los Habsburgo a Nüremberg, hogar espiritual del movimiento nazi.

sábado, 26 de mayo de 2012

Francis Drake - La ruta de mar desde Pirata a Sir




Durante casi un siglo, sólo se acercaron al nuevo continente descubridores y conquistadores, hasta que algunos marineros ingleses se aventuraron a recorrer las aguas atlánticas. Entre estos primeros marineros intrépidos se encontraba El Dragón, uno de los múltiples apelativos del corsario Francis Drake.

Siempre que se escucha su nombre, nos viene a la mente el clásico pirata de parche en el ojo y pata de palo. En realidad, Sir Francis Drake fue uno de los más grandes marinos que ha conocido la historia, aunque el tiempo se encargó de desfigurar su personalidad hasta convertirlo en un banal saqueador.

Piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios también formaron parte de la historia de América e influyeron notablemente en la cultura y características de las naciones que allí se forjaron, aunque no siempre se hable de ellos.

Esta biografía mostrará que el primogénito de Edmund Drake fue algo más que un simple pirata. Fue un joven luchador y con coraje, un hombre atractivo y mujeriego, como todos los marineros y, a pesar de su mala fama, una persona sensible que no dudó en regresar a su patria cuando murió su protector.

INFANCIA

Francis Drake nació entre 1540 y 1545 (algunos historiadores se atreven a confirmar la fecha de su nacimiento en 1543) en Crowndale, cerca de Tavistok, en el seno de una familia numerosa, ya que Drake era el primogénito de once hermanos. Su padre, Edmund Drake, fue expulsado de su ciudad por los católicos debido a sus creencias anglicanas en 1549. La familia tuvo que trasladarse a Guilligham, Kent, donde ejerció de predicador, dejando de lado sus aventuras como marinero. Este hecho marcó profundamente al jovencísimo Francis, quien heredó un profundo odio hacia los católicos que marcaría toda su vida.

SUS INICIOS COMO MARINERO

Francis Drake era sobrino de William Hawkins, hermano de John Hawkins, y aprovechó esta circunstancia para entrar al servicio de estos dos armadores. En 1558 se alistó en un mercante destinado al golfo de Vizcaya. Intentó un negocio en las Indias Occidentales, pero su cargamento fue confiscado por los españoles.

Poco después, en 1566, realizó su primer viaje a América baja las órdenes de John Lowell, donde conoció Tierra Firme y el negocio negrero. Regresó a Inglaterra un año más tarde y se embarcó de nuevo hacia América, esta vez bajo el mando de Hawkins.

Durante este segundo viaje, en Veracruz, Drake capitaneó un pequeño buque de cincuenta toneladas llamado Judith. Los españoles atacaron y tuvo que huir, ya que aquel pequeño barco no tenía capacidad ofensiva. Al llegar a Inglaterra, Drake quiso vengar la afrenta y solicitó al lord del Tesoro que le permitiera emprender una acción naval de castigo contra las colonias españolas. Ante la negativa del lord, Drake emprendió su viaje en solitario entre 1570 y 1571. De los viajes durante estos dos años poco se sabe.

PRIMEROS VIAJES EN SOLITARIO

Ya en 1572 se documenta su intento de apoderarse en Panamá de la plata procedente de Perú. Ese mismo año, el 24 de mayo, zarpó desde Inglaterra hacia puerto Faisán con dos barcos bajo su cargo: el Swan, de 25 toneladas, y el Parcha, de 70 toneladas. Se dirigió hacia Nombre de Dios y allí intentó robar la plata que se escondía en la tesorería real, pero sobrevino un contraataque español y tuvo que retirarse. Mientras esperaba su oportunidad, Drake sólo consiguió perder a varios hombres, entre ellos sus hermanos John y Joseph.

En el segundo intento corrió la misma suerte y tuvo que batirse en retirada. La plata española parecía estar maldita...

Pero a la tercera va la vencida y, tras unirse a Testu, el capitán de un barco hugonote, alcanzó la plata. Sólo guardó las barras y el resto lo escondió, pero uno de sus aliados franceses cayó preso de los españoles y confesó dónde guardaba Drake el tesoro. En la huida, apenas pudieron salvar 15.000 pesos que se repartieron entre todos.

Drake, quien “no venía a buscar honra, sino hacienda”, volvió a Inglaterra en agosto de 1573 y se puso al servicio del conde de Essex con tres fragatas para atacar Irlanda. Desde entonces, hasta 1577, no se sabe nada de él.

EL ASALTO AL PACÍFICO

Las intenciones de Drake cuando inició su vuelta al mundo se reducían a recorrer el litoral pacífico americano y regresar a Inglaterra por el estrecho de Magallanes, aprovechando la “visita” para hostilizar a los españoles, quienes le habían dado tantos quebraderos de cabeza. Cuando murió su protector, el conde de Essex, regresó a Inglaterra y fue presentado a Isabel I, que aprobó su proyecto de saquear las posesiones españolas del Pacífico.

Drake partió esta vez hacia América como un auténtico perro del mar con la patente de corso de su soberana. Salió del puerto de Plymouth en diciembre de 1577 con cuatro barcos (Elizabeth, Marigold, Swan y Pelican; esta última fue su buque insignia y fue rebautizada como Golden Hint), una pinaza (Benedit) y 160 hombres con dirección a Cabo Verde. Allí, capturó una nave portuguesa cuyo piloto, Nuño de Silva, les guió por el Pacífico.

En esta travesía tuvo numerosos problemas. Tuvo que ajusticiar a su amigo Thomas Doughty por insubordinación. Éste admitió su culpabilidad y Drake le dio a elegir entre tres opciones: ser ejecutado, abandonado en tierra o de vuelto a Inglaterra para que respondiera ante un tribunal. Doughty “manifestó que se inclinaba con todo su corazón por la primera de las opciones (...) y, sin perder un instante, dio un paso adelante y se arrodilló, preparando al mismo tiempo el cuello para el hacha y el alma para el cielo” . Partió hacia el Pacífico sólo con la Golden Hint, la Elizabeth y la Marigold.

Poco después, en el estrecho de Magallanes, los vendavales hundieron a la Marigold con todos su hombres. La Elizabeth desertó y Drake llegó al Pacífico con tan sólo la Golden Hint y 90 hombres.

Subió por la costa chilena haciéndose pasar por nave española, para después sembrar el pánico entre las poblaciones indefensas atacando de improviso. En la costa quiteña capturó un buque que transportaba plata peruana y se apoderó de su carga. El corsopirata Drake prosiguió hacia Nueva España, saqueando embarcaciones por el camino. Fue entonces cuando Drake decidió dar la vuelta al mundo, pensando que los españoles le estarían esperando en el estrecho de Magallanes.

Isabel I nombra a Drake Sir, en recompensa por sus
servicios a la corona
Pasó por México hasta llegar a California. En 1579 cruzó el Pacífico y llegó a Filipinas, no sin antes conseguir más barcos y botines en cada puerto. Pasó por la India y África, hasta volver a Plymouth en septiembre de 1580, habiendo dado la vuelta al mundo. Isabel I se hizo llevar en una barca hasta el Golden Hint, donde le nombró caballero. Sir Francis Drake escogió un modesto escudo de armas en cuya cimera se veía un barco sobre un globo terráqueo. La enseña parecía un dragón de agua.

Drake fue nombrado alcalde de Plymouth y representó a una villa de Cornualles en el Parlamento. Desde 1581 hasta 1585 vivió tranquilamente en la abadía de Buckland, que compró poco después de ser nombrado Sir.

EL DRAGÓN VUELVE AL CARIBE

Fue en 1585 cuando Isabel I decide hostigar las posesiones americanas de Felipe II en América. Llamó a Hawkins y a Drake para que lideraran y llevaran a cabo estos ataques. Les entregó dos navíos reales, el Bonaventure, de 660 toneladas, y el Arot, de 200 toneladas. A ellos se les unieron otros 19 navíos de comerciantes. En total, partieron 2300 hombres entre soldados y marinos.

Zarparon de Plymouth el 24 de septiembre de 1585 y se dirigieron a la ruta que seguía la plata española. Sin embargo, las naves que transportaba la plata no apareció, así que atacaron Vigo. Tras el saqueo, se dirigieron a Canarias porque Drake quería conquistar Santa Cruz de Palma, pero fue un fracaso.

El 11 de enero de 1586 llegaron a Santo Domingo. La ciudad huye y Drake saquea a placer, mientras algunos de sus hombres destrozaron las imágenes religiosas de los templos. Drake pide un tributo de quema de un millón de ducados, una recompensa para no incendiar la cuidad. Al final, tras algunas negociaciones, accedió a no hacerlo por 25000 ducados.

Tras esta aventura, mandó 10 naves a Calais con el botín mientras él seguía de pillaje, pero estas naves fueron capturadas por españoles.

El 19 de febrero llegó a Cartagena dispuesto a reducir la ciudad, con la bandera y la indumentaria negras, donde no ofrecieron resistencia. Felipe II les había avisado de la llegada de Drake. Pidió un tributo de quema de medio millón de ducados pero al final se resolvió con 12000 pesos.

Entonces se dirigió a Virginia. Estando frente a La Habana, esperó a la plata española que, de nuevo, no llegaba. Los españoles se habían reforzado y no creyó conveniente atacar, así que se dirigió a la Florida por el canal de la Bahama, donde destrozó San Agustín. Llegó a Roanoke el 9 de junio, desde donde partió hacia Inglaterra tras aprovisionarse.

Llegó a Plymouth el 28 de julio de 1586, con un botín de sólo 200.000 ducados, 18 naves averiadas y 1000 hombres menos, que habían caído en distintos combates y por enfermedad.

LA ARMADA INVENCIBLE

Fue en junio de 1588 cuando se enfrentaron los buques de Isabel II, liderados por Lord Howard pero dirigidos en realidad por Drake y Hawkins, a la “Armada Invencible” española, capitaneada por Alfonso Pérez de Guzmán. La lucha se saldó con 63 buques españoles perdidos.

Esta contienda tuvo otras consecuencias. Los mercantes y puertos indianos españoles estaban más desguarnecidos que nunca, pero la Corona española supo fortalecer y defender sus posesiones. Esto dificultó mucho las posteriores aventuras de Drake y, en general, cambió los objetivos de Inglaterra.

A raíz del desastre de la armada española, se desató la guerra contra Inglaterra, que duró hasta 1604, durante la cual las plazas y buques españoles fueron golpeados de manera continua por los perros de Isabel I.

Con la declaración de guerra, Drake y sus hombres ya eran corsarios y fueron tratados como tal en las indias. Sin embargo, la corona española siguió tratándoles como piratas y a quienes capturaron no les aplicaron el tratamiento de prisioneros de guerra.

Hawkins decidió que la mejor manera de destruir el poderío español era perseguir y apoderarse de manera sistemática de las flotas de la plata, pero Isabel I no estaba de acuerdo. Ella sólo permitió que se efectuaran expediciones periódicas aunque constantes. Esta decisión daba demasiado margen a los españoles y se reforzaron.

CRUCEROS DE VERANO

Así fue como se denominaron esas expediciones periódicas respaldadas por Isabel I. Fue en 1589 cuando se hizo el primer crucero de verano. Drake partió hacia La Coruña con una flota de 80 naves y 20.000 hombres. Intentó tomar La Coruña y Lisboa, fracasando en ambas ocasiones. La mayor aventura de esta etapa, aunque también la última para Hawkins y Drake, se ideó en 1595. Una iniciativa personal se convirtió en una empresa nacional, al obtener el apoyo de Isabel I.

Drake quería atacar Panamá para establecer allí una colonia, pero al final se decantaron por capturar un galeón naufragado en Puerto Rico repleto de plata. La flota se compuso de 27 barcos, seis de los cuales eran de Isabel I (Garland, Defiance, Bonaventure, Hope, Foresight y Adventure), y de 2500 hombres.

Zarparon de Plymouth el 2 de septiembre de 1595; Drake viajaba en el Defiance y Hawkins en el Garland, los dos buques nuevos. Pronto surgieron los problemas. Hawkins quería ir directamente a Puerto Rico pero Drake prefería saquear primero Canarias. Al final fueron a Las Palmas, la ciudad resistió la embestida y, mientras los ingleses intentaban en vano conquistarla, los españoles ya habían rescatado la plata de Puerto Rico.

El 22 de noviembre de ese mismo año llegaron a San Juan, donde fueron recibidos a cañonazos que destrozaron el Defiance. Fue entonces cuando Drake descubrió que las cosas habían cambiado y que las colonias españolas se habían reforzado y ya no eran los débiles objetivos de sus años mozos. Ese mismo día murió Hawkins, que ya estaba gravemente enfermo. Tras echar su cuerpo al mar con todos los honores, Drake asumió el mando único.

ÚLTIMAS AVENTURAS DE DRAKE

Pusieron rumbo hacia el cabo de la Vela, donde robaron unas canoas pertenecientes a la plaza de Riohacha. Los habitantes se negaron a comprar sus propias canoas, así que Drake incendió la ciudad. Se dirigió entonces a Santa Marta, ciudad que incendió tras no pagarse el rescate de su gobernador.

El 6 de enero de 1596 llegó a Nombre de Dios, que había sido avisada y evacuada, así que fue fácilmente saqueada por los hombres de Drake. Entonces intentó realizar su sueño de atacar Panamá, pero no lo consiguió y tuvo que refugiarse de nuevo en Nombre de Dios e incendió la ciudad el 12 de enero para vengar su fracaso.

Ya estaba muy enfermo de disentería y puso rumbo a Portobelo. El 28 de enero de 1596 llegó al puerto y en ese mismo instante murió. Su cuerpo fue depositado en una caja de plomo y fue arrojado al agua de la bahía.

miércoles, 16 de mayo de 2012

La comedia del arte - Dante y Virgilio

Pensando en que hacia mucho tiempo que no ponía nada referente a las pinturas y que en estos dias estaba recordando La Divina Comedia; hoy les comparto unas muy lindas y perturbadoras pinturas sobre Dante y Virgilio.

Todas las pinturas están basadas en los cantos del Infierno, puesto que dentro de toda La Divina Comedia, es la parte mas interesante.

Para iluminar a los que lo ignoran, la historia trata de una persona (a la que llamamos Dante) mientras pasa por el Infierno, Purgatorio y Cielo bajo la tutela del fantasma del poeta Virgilio. En estos descensos por el Infierno vemos reflejada la mentalidad de la época, así también como a las personas que Dante Alighieri deseaba infundir una tortura sin precedentes. Reflexiones sobre la psique humana y lo "cómico" del padecimiento de los tormentos por parte de seres históricos y ficticios que pagan el castigo de una religión que desconocieron. Uno de mis escritos favoritos, y del cual podría sentarme a hablar toda una vida.






miércoles, 2 de mayo de 2012

El/(la?) Papa Juan/a - La leyenda del Papado bajo una mujer


Cuentan escritos que Juana, alentada por el deseo del saber, comenzó una carrera eclesiástica, haciéndose pasar por un hombre, hasta llegar a ser Papa de la Iglesia.
Allá por el año 822, en Ingelheim am Rhein, cerca de la ciudad alemana de Mainz, nació la pequeña Juana, fruto del amor entre el predicador Gerbert y su amante compañera Elizabeth.

Gerbert formaba parte del amplio elenco de predicadores llegados desde el país de los anglos a la vieja Alemania con el objetivo de difundir el Evangelio, la palabra de Dios, junto a Elizabeth. En ese ambiente de religiosidad y educación, creció Juana, siempre curiosa por los entresijos de los evangelios y con un gran afán por consumir toda la cultura y el saber que el mundo ponía al alcance tan sólo de unos pocos hombres. Juana quería estudiar, conocer, aprender, saber y formarse intelectualmente.

El camino al aprendizaje vetado a mujeres
Con el paso de los años, la joven Juana descubrió que la única manera de continuar unos estudios sólidos era la carrera eclesiástica, por aquel entonces vetada a las mujeres.

Ella maldecía su suerte de ser mujer mientras se retorcía el cerebro pensando en la manera de continuar con su aprendizaje. Así, Juana decidió convertirse en Johannes Anglicus.

Entró, bajo su nuevo nombre, como copista en la iglesia. Con su nueva personalidad, Juana viajó de monasterio en monasterio, donde pudo relacionarse con grandes personajes de la época. Sus periplos le llevaron hasta Constantinopla, donde conoció a la emperatriz Teodora. De allí hasta Atenas, donde se formó en medicina bajo la tutela del rabino Isaac Israelí. Luego, vuelta a Germania y mudanza hasta el Regnum Francorum, la corte del rey Carlos el Calvo.

Llegada a Roma y ascenso
Juana continuaba presentándose al mundo como Johannes Anglicus y, así, se trasladó a Roma en el año 848.

Su conocimiento de las artes, las ciencias y las letras le valieron para dejar impresionados a muchos, con lo que obtuvo un puesto docente. Su reputación le sirvió para ganarse el favor de la Curia y fue presentada al Papa León IV, que la hizo su secretaria personal para los asuntos internacionales. Secretario, oficialmente.

Acceso al papado
Luego llegó la muerte del Papa, en julio del 855 y Juana, se hizo elegir sucesora. Su capacidad para convencer a los poderosos de la iglesia le otorgó la mitra papal y se convirtió en Juan VII.

Tras dos años de mandato eclesiástico, la irremediable fuerza de la naturaleza, unió carnalmente en el deseo a Juana y al embajador Lamberto de Sajonia. En uno de esos encuentros pasionales, Juana quedaría embarazada.

El parto, confesión forzada
Hizo lo imposible por disimular su estado, hasta que un día, mientras montaba a caballo, cerca de la iglesia de San Clemente, participando en una procesión desde el Vaticano a Letrán y fruto de las contracciones, dio a luz a su hijo.

El parto acabó con su vida y con su secreto. El dolor la mató y la iglesia borró la historia de las cabezas y corazones de la gente. Nunca existió esa Juana. Tras su muerte permanece enterrada en el mismo lugar en el que pereció y, desde entonces, los siguientes Papas que llegaron al poder, evitan pasar por esa zona como muestra de su repudio.

Leyendas de la leyenda

La iglesia cambió el pontificado de Juana por el de Benedicto III, del que no se conoce fecha real de su nacimiento. Fue tras esta historia, además, cuando la iglesia se vió obligada a verificar la virilidad de los papas electos.

Una silla perforada hacia posible el examen manual de los atributos sexuales por parte de un eclesiástico que al grito de "Duos habet et bene pendentes" (Tiene dos y cuelgan bien), exclamaba la validez del papado.

Las explicaciones a la leyenda son muy diversas. Unos dicen que el mito fue ideado a partir del apodo de papisa que recibió Juan VIII por su debilidad ante la iglesia de Constantinopla. Otros, aseguran que fue por el mismo sobrenombre aplicado a Marozia, la autoritaria amante de Juan XI. Los menos aseguran que aquello fue la reencarnación de la prostituta de Babilonia descrita en el Apocalipsis y que el mundo tal y cómo lo conocían, cambió para siempre tras la historia de Juana la papisa.