viernes, 13 de julio de 2012

Darwinismo social - la biología sociológica


El término alude a un vasta problemática suscitada a partir de relaciones establecidas en la Inglaterra victoriana entre ciencia e ideología, saber biológico y poder, cuyas derivaciones que permiten advertir su presencia en la mundialización pueden buscarse en una apelación como recurso retórico para naturalizar las desigualdades sociales. Junto a esta directa asimilación del darwinismo social con el estado de laissez faire generalizado, también existen otras más complejas apropiaciones biológicas y socio-políticas que contribuyeron a actualizar su protagonismo en la proceso de mundialización.

El cruce de estas interrelaciones reconduce permanentemente la cuestión, claro está, a la teoría de Charles Darwin, formulada con On the origin of species of natural selection, or the preservation of favoured races in the struggle for life(1859) y The descent of man, and selection in relation to sex (1871), aunque ella fue tan importante para el tema que nos ocupa como las reelaboraciones iniciadas desde el momento en el que se adicionó el adjetivo social para potenciar los alcances de lo que ya era una gran metáfora, quizás la más significativa construida por la ciencia moderna. Una metáfora que permitió dar cuenta de que la evolución experimentada por especies del reino animal y vegetal se corresponde con el progreso de las sociedades humanas, y a través de ella un problema de orden biológico, inmediatamente fue también de índole sociológica, poblacional y de economía política.
Si Robert Malthus en An essay on the principle of population (1798) advirtió los riesgos que entrañaba el crecimiento poblacional en sociedades que no podían proveer los medios de subsistencia alimenticio a todos, en las grandes concentraciones urbanas provocadas por la revolución industrial que él mismo no llegó a ver, su tesis alcanzó una inusitada resonancia. En efecto, promediando el siglo XIX la visión evolucionista que acompañó el ascenso de la burguesía ya había sido permeada por la lógica malthusiana y los riesgos de que el incremento poblacional agote los bienes de consumo fueron un problema que atravesó el núcleo de preocupaciones del campo científico de la Inglaterra victoriana. No parece conducente aquí detenerse en la larga polémica que dividió y aún divide a historiadores de la ciencia, según la cual Darwin fue o no influenciado decisivamente por la tesis de Malthus al elaborar su teoría. Una polémica que se prolonga en quienes buscan distinguir la teoría biológica de sus eventuales aplicaciones políticas que, desde esa perspectiva, eran desconocidas para Darwin, y aquellos que por el contrario consideran redundante agregar el adjetivo social al darwinismo.

Lo cierto es que existió desde la última parte del siglo XIX una notoria avidez en el campo político por asimilar los conceptos básicos enunciados por Darwin a las advertencias maltusianas, y desde las relecturas sociales se llegó a una clara certeza: la competencia intraespecífica en la visión de los primeros evolucionistas se redefinía al quedar inscripta en el campo social la struggle for life, y aquella puja que aquellos advertían entre leones y gacelas pasaba a ser desde entonces la entablada por gacelas contra gacelas.
El término darwinismo social fue acuñado, probablemente por primera vez, en 1879 por el anarquista Emile Gautier, en un ciclo de conferencias pronunciadas en el Cercle d´etudes sociales du Panteón de Paris. De ese evento surgió el libro Le darwinisme social que tuvo una rápida traducción a otras lenguas, pudiendo asignársele a él la institucionalización académica del concepto. Ya el positivismo de Herbert Spencer había logrado traducir el darwinismo a la sociología, habilitando una explícita vía de interlocución entre las ciencias humanas y las de la naturaleza signada por una asimilación de la lucha por la supervivencia a la competencia hiperindividual en el laissez faire de la economía de mercado, en la que muchos verán que allí, antes que en el propio Darwin, residía el verdadero núcleo duro del darwinismo social. También contribuyó al afianzamiento del concepto la obra del sociólogo ruso radicado en Francia, Jaques Novicow, Le critique du darwinisme social (1910), que estableció una clara caracterización: se trataba de un homicidio colectivo al quedaba supeditada la causa del progreso de la raza humana. El darwinismo social, desde esa perspectiva, consistía en una suerte de reaseguro para la policía de las poblaciones, siendo en una sociedad capitalista un mecanismo de legitimación de la competencia económica sin límites entre individuos.

Sin embargo, el darwinismo social también sirvió de referencia a planteos situados en otras coordenadas que van más allá de esa directa subsidiariedad con los intereses de la burguesía inglesa en el poder. Distintos autores han interpretado que el paso de Of the origin species… The descent of man…, también conllevó cambios que permitieron afirmar nuevas perspectivas frente a la idea liberal. El “segundo Darwin” que incorporaba a su teoría la compasión y el altruismo introducía un factor decisivo en la explicación de la struggle for life, que aún siendo intraespecífica podía ser entablada entre grupos. Figuras como el anarquista como Pietr Kropotkin o Elisée Reclus, iluminarán una intensa apropiación que hasta la Gran Guerra la izquierda hará del darwinismo, al sobreimprimirle a la relación del evolucionismo con el progreso social la identificación con una metáfora de la naturaleza humana que podía ser vista orgánicamente como un todo independiente y armonioso en el que tenía lugar la cooperación social y la razón humana. Y en si Kropotkin y Reclús aparece también otro rasgo significativo como es la proyección del darwinismo a una escala espacial a través de la geografía, con el escocés Patrick Geddes, la tendencia basada en mirar el territorio desde el organicismo darwiniano derivará en el surgimiento del planeamiento como una nueva disciplina nacida de ideas presentadas en la Sociological Society londinense.

Pero la convicción de que la “lucha” darwiniana podía ser grupal, posibilitará a su vez exacerbar pujas fundadas en motivos raciales, mientras al mismo tiempo se producía una apropiación política que pasaba del ultraliberalismo a regímenes totalitarios, en la mismas medida en que el darwinismo social llegó a ser utilizado para producir el equivalente desplazamiento de un enfoque biológico que entendía el organismo como el marco de una competencia interindividual generalizada hacia otro que lo consideraba como el resultado de interacciones corporativas. La “lucha” entre grupos podía ser utilizada para legitimar la colonización de naciones, el estado de guerra, la inferioridad de razas, de la mujer, etc. En esa clave deben ser vistas también reinterpretaciones de la metáfora darwniniana: el concepto de “lucha” de la struggle for life, fue traducido al alemán con el vocablo krampf que sugiere las ideas de agresión y guerra al pie de la letra, tal como lo expone el famoso texto de Adolf Hitler.
La idea de que en la selección natural también podían tener cabida lazos grupales, había sido esbozada por el propio Darwin en The origin species…, mencionando el ejemplo de las hormigas y las abejas. Inspirado en esa referencia William Morton Weeler formuló en 1911 la “teoría del superorganismo”, por la cual eran homologadas las sociedades de insectos con el funcionamiento de un organismo multicelular. Ello equivalía a un sistema fundado en un organicismo social que regía una sociedad sin conflictos de interés, donde las divisiones jerárquicas del trabajo quedaban iluminadas por el ejemplo de la reina y las obreras en una colmena de abejas. El interés por avanzar desde el darwinismo social hacia una explicación de los comportamientos humanos a partir del conocimiento de los “insectos sociales”, derivó en la creación de una nueva disciplina, la sociobiología. Su origen se asocia con la tesis de William Hamilton, quien partiendo de pensar que la darwiniana “selección natural” podía aplicarse a familias de individuos, concibió en 1964 la “teoría de la parentela”. Edward Wilson avanzó en la misma dirección, publicando Sociobiology. The New Synthesis (1975), obra que dio origen a la Sociobiología como disciplina científica.

Mientras ciertas sugerencias altruistas de la teoría de Darwin encontraban en la Sociobiología una reinterpretación científica que, desde su organicismo y su propensión a explicar la sociedad desde un conjunto de genes estudiados a partir del conocimiento de “insectos sociales”, aún sigue suscitando no pocas polémicas; la matriz más dura de la hipercompetitividad en un mundo que no podía tener cabida para todos, continuó siendo invocada a través de sucesivas recreaciones del maltusianismo. Entre éstas últimas, también se hallaron los usos formulados desde corrientes de izquierda para impulsar el birth control e instalar los derechos de la mujer como tema dentro de una agenda que incorporó la familia nuclear, que le permitía asumir una vida social activa y la separación del placer sexual de la reproducción. Sin embargo, tampoco en torno al neomaltusianismo puede decirse que han sido diáfanas las apropiaciones políticas del darwinismo social. Prueba de ello es la reciente reelaboración de este cuerpo de pensamiento surgida del italiano Giovanni Sartori, quien en el contexto de la mundialización, asume la pretendida función de custodiar el bienestar general de una Europa amenazada por la “invasión” de latinoamericanos y africanos ilegales. Aquel verdadero emblema de la izquierda que es el birth control, se convierte aquí en una excusa frente a nuevas formas de exclusión global: para Sartori y Mazzoleni en La Terra Scoppia. Sovrapopolazione e Sviluppo (2003), mientras la Iglesia Católica no deje de interferir en la aplicación de políticas neomaltusianas en países subdesarrollados, continuará en riesgo el orden mundial.

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