sábado, 18 de febrero de 2012

Tiresias - El mito que se adelanto a Freud


Tiresias no quería mirar, pero sus ojos insistían en posarse sobre el cuerpo virgen de Atenea (Minerva). Y deteníanse en la contemplación del baño de la diosa. Ella sospechó que, detrás de los árboles, su desnudez tenía testigos. Se encolerizó y dejó sin luz los ojos curiosos que la observaban.
La ninfa Cariclo, madre de Tiresias, no se conformó con la desgracia de su hijo. Fue en busca de Atenea y se quejó amargamente a la diosa. El joven sólo había mirado lo que estaba ante sus ojos. Y, por la gran fidelidad que la propia Cariclo dedicaba a la diosa, merecía el perdón.
Las palabras de la ninfa llegaron al corazón divino, y Atenea se apiadó de Tiresias. Sin embargo, la luz de aquellos ojos jóvenes había desaparecido para siempre. La diosa ya no podía volverse atrás.
Queriendo hacer al muchacho menos infeliz concedióle el don de la adivinación. Tiresias tendría ojos interiores con los que podría ver más allá de los limites del hombre. Y, además, Atenea le obsequió con un bastón mágico que haría más seguros sus pasos por los caminos del mundo.
En cierta ocasión, Zeus y su esposa Hera, discutían sobre quién disfrutaba más durante el acto sexual. Hera decía que el hombre, y Zeus que la mujer. Como no se ponían de acuerdo, resolvieron acudir a alguien que había tenido los dos sexos, y se dirigieron a Tiresias. (Este, pasando un día por un bosque donde dos serpientes hacían el amor, trató de separarlas con su báculo, y una de ellas le mordió, causando un cambio de sexo, de hombre a mujer. Una escena parecida ocurrió siete años más tarde, con idéntico resultado, sólo que esta vez fue cambiado de mujer a hombre). Cuando Zeus y Hera le dirigieron la pregunta, él respondió que en escala de uno a diez, la mujer disfrutaba como nueve y el hombre sólo como uno. Su respuesta, naturalmente, causó el enojo de Hera y la satisfacción de Zeus.
Larga y sabia es su vida, Sus consejos, nacidos de la experiencia, son escuchados y respetados por todos los griegos. Tiresias es un hombre muy amado por todos.
Cuando los Epígonos atacan Tebas, la población se reúne al abrigo de las murallas de la ciudad. Busca al sabio queriendo oír palabras de salvación. Pero Tebas está perdida, y a Tiresias sólo le resta aconsejar al pueblo que inicie la partida.
Durante la noche, una multitud de hombres amedrentados, abandonan sus murallas al enemigo. Y huyen, llevando consigo sólo la propia vida. Se dirigen a Delfos, buscando refugio en el templo de Apolo. Con ellos va Tiresias, conducido por su hija Manto, que al igual que su padre puede ver el futuro.
Pero el viejo adivino no llega a Delfos. Al aproximarse al monte Tílfreso, en Beocia, los tebanos encuentran una fuente de aguas heladas. Queriendo saciar su enorme sed, Tiresias bebe ávidamente. El frío penetra en el cuerpo cansado y caliente y, repentinamente el anciano vidente muere.
El viejo sabio es sepultado junto a la fuente y sus compañeros se despiden de él sin esconder su llanto. Aunque muerto y habitando el reino de las sombras, Tiresias no abandona a los hombres: no ha terminado su misión. Sus sabias palabras serán siempre respetadas por todos aquellos que lo conocieron y lo amaron un día. Y serán reverenciadas inclusive por aquellos que solamente habían oído hablar de él alguna vez.


Ulises cuenta sus aventuras.


"Ulises/Odiseo cuenta la historia"
Fue uno de los más famosos videntes de toda Grecia, a pesar de que era
físicamente ciego. Dicha ceguera le fue provocado por Atenea  a quien
Tiresias encontró bañándose desnuda. Sin embargo, Atenea  también le
recompensó con el don de la profecía y le entregó un bastón o varita mágica con el que Tiresias podía desenvolverse incluso mejor que cualquier otra persona. Tiresias, nacido en Tebas era hijo de la ninfa Cariclea, que vivía en la corte de la diosa de la sabiduría. Una leyenda afirma que Tiresias había vivido transformado una época en mujer y Zeus  y Hera  le preguntaron que sexo gozaba más con el amor. Tiresias respondió que, sin lugar a dudas, la mujer, y nueve veces más. Hera  se enojó enormemente y, según esa leyenda fue ella quien le causó la ceguera. Zeus , por contra, le prometió una larga vida, de tal forma que Tiresias vivió durante más de doscientos años. La nmuerte de Tiresias sobrevino durante la guerra de los Epígones, mientras intentaba huir de su belicosidad. Fue el único profeta que mantuvo sus poderes en el mundo de los infiernos. Entre sus hijos se contó Manto, que retuvo los poderes proféticos de su padre.


Tragedia y neurosis

Edipo manda llamar al anciano adivino Tiresias para que este diga quién es el asesino de Layo, que con su crimen no castigado, mancha a toda Tebas, dejando estériles a las mujeres, los animales hembras y la tierra, muriendo en tanto, los hombres.Tiresias es contundente: "Digo que te has unido de la manera más vergonzosa, sin saberlo, a los que te son más caros y que no ves en medio de qué males estás (.) Puesto que me has reprochado estar ciego, te digo que no ves con tus ojos en medio de qué males estás sumido, ni con quién vives, ni en qué moradas. ¨Conoces a aquellos de quienes naciste? No sabes que eres el enemigo de los tuyos, de los que están bajo la tierra y de los que están sobre ella. Las horribles execraciones maternas y paternas, cayendo a la vez sobre tí, te arrojarán un día de esta ciudad. Ahora vez, pero entonces estarás ciego. ¨Dónde no gemirás? ¨Qué parte del Citerón no resonará con tus lamentaciones, cuando conozcas tus nupcias consumadas y a qué puerto fatal has sido lanzado después de una navegación feliz? Ese hombre que buscas, el amenazado por tus decretos a causa de la muerte de Layo, está aquí. (.) Será a la faz de todos el hermano de su propio hijo, el hijo y el esposo de aquella de quien parió, el que compartirá el lecho materno y habrá matado a su padre. Entra en tu morada, piensa en estas cosas, y si me agarras en mentira, di entonces que soy un mal adivinador". Frente a esta andanada de mensajes claros, Edipo responde como lo hace el neurótico. La autoría del hecho es depositada fuera de sí, fuera de la conciencia y de sí mismo. Por tal razón Edipo, busca afanosamente al culpable fuera, para intentar llegar en definitiva a sus propios orígenes, pero no puede reconocerse como el sindicado como causante del parricidio y el incesto denunciados: "(.) Maldigo al matador desconocido, ya haya cometido solo el crimen o ya le hayan ayudado varios. ¡Que la desgracia consuma su vida! ¡Que sufra yo mismo los males que mis imprecaciones llaman sobre él, si le recibo voluntariamente en mis moradas!
Os mando pues, obrar así, por el Dios, por este país herido de esterilidad y de abandono. Aún cuando el oráculo no lo hubiera ordenado, no convenía dejar inexpiada la muerte de aquel hombre tan valiente, de aquel difunto rey; sino que hubiese sido preciso preocuparse de ello. Ahora, puesto que yo poseo el poderío que él tenía antes de mí; puesto que yo he tomado por esposa a su propia mujer para procrear de ella, y que si él hubiera tenido hijos, ellos hubiesen llegado a ser míos; puesto que el mal destino nos dejó caer sobre su cabeza, yo obraré para él como si fuese descendiente de Polidoro, de Cadmo y del antiguo Agenor" (Edipo se siente totalmente ajeno a la autoría, a pesar de las señales claras que se le envían, en especial del adivino
Tiresias y su cuñado (y tío) Creón)."¨No has comprendido ya?" -le dice el anciano Tiresias. "Me tientas para que diga más".Edipo insiste: "No comprendo bastante lo que has dicho. Repítelo".Tiresias: "Digo que el
asesino que buscas eres tú! (.) Tú solo eres tu peor enemigo".Pero Edipo oyendo, no puede escuchar: "¡No la hay ninguna (fuerza de la verdad) para ti, ciego de las orejas, del espíritu y de los ojos! (.) No sabía que ibas a hablar como un insensato; porque de saberlo, no te hubiese instado a venir a mi morada (.) Eres un hábil hablador, pero yo soy un mal escuchador, porque sé que eres ingenioso y malévolo para mí".

Fragmento de la tragedia "Edipo Rey", de Sófocles:

DIRECTOR DEL CORO:
Ya que me incriminas así, Señor, responderé:
Ni lo maté, ni puedo señalarte al asesino,
Que sea Febo, quien ha ordenado indagar,
El que debe decir quien fué el culpable.

SEGUNDO CORO:
Propongo otra opinión que se me ocurre.

EDIPO:
Aunque hubiese una tercera, decidlas todas.

SEGUNDO CORO:
Sé que Tiresias, como que es el adivino de Febo,
Lo puede adivinar. Consultándole a él, Señor,
Descifraremos el misterio.

EDIPO:
Por consejo de Creonte, ya le envié dos mensajeros.
Extraño que aún no llegan.

TERCER CORO:
Hay otros rumores, antiguos y confusos.
Dicen que fué asesinado por unos viajeros.
Si al asesino le queda aún el miedo,
Tu condena lo asustará y huirá.
Aparece Tiresias conducido por un joven

DIRECTOR DEL CORO:
Ya tráen aquí al sagrado adivino,
Quien tiene el don de la verdad.

EDIPO:
Tiresias, que todo lo sabes, eres el único
Que nos puede ayudar.
Pues Febo dijo a nuestro enviado,
Que solo esperemos el fin de la peste,
Cuando encontremos al asesino de Layo,
Y lo condenemos a la muerte o al destierro.

TIRESIAS:
Esa verdad yo la sabía bien
Pero he olvidado...

EDIPO:
Tiresias, sabiendolo no respondas con desgano,
Te lo rogamos humildemente.

TIRESIAS:
Déjame regresar a casa. No anunciándote
La desventura, la evitaré también a mí.

EDIPO:
Sabes y no dices. Piensas condenarnos a todos,
Y dejar que perezca la ciudad?

TIRESIAS:
No quiero dolor, ni para mí, ni para tí.
En vano me interrogas, nada revelaré.

EDIPO:
Maldito viejo, podrías acabar la paciencia de una roca.
Me lo dirás, o permanecerás obstinado?

TIRESIAS:
No diré ni una palabra más. Si quieres,
Puedes dar rienda suelta a tu furia.

EDIPO:
Ya que me enojas, diré todo lo que pienso.
Que lo sepas: Sospecho que participaste al crimen,
Aunque no hayas asesinado con tus manos. Si no
Fueras ciego, te acusaría de haberlo cometido sin cómplice.

TIRESIAS:
Te acusas a ti mismo, tú eres aquel asesino
Que quieres encontrar.

EDIPO:
Te atreves, sin verguenza, lanzar palabras,
Y acaso esperas salirte sin castigo?

TIRESIAS:
Sí, lo espero, si la verdad aún algo significa.

EDIPO:
Posées la verdad de otros, mas no la tuya.
Eres ciego con tus oidos, tu razón y tus ojos.

TIRESIAS:
Oh Pobre, te burlas de mi por esto,
pero pronto se burlarán de ti..

EDIPO:
Este cuento es tuyo, o de Creonte?

TIRESIAS:
No es Creonte tu desgracia - sino tú mismo.

EDIPO:
Oh riquezas y poder,
Llenáis de odio esta vida,
Qué envidia terrible guardáis,
Si es por mi gobierno, que sin pedir,
La ciudad me otorgó como regalo,
Creonte, mi viejo y entrañable amigo,
Se arrastra a traición para derrocarme,
Metiendo al adivinador ese, sobornado,
Astuto charlatán, con vista de halcón para su beneficio,
Pero en lo del arte de avinar - ciego!
Dí donde estabas, clarividente hablador?
Porqué callaste cuando la Perra de los acertijos,
Cantaba sus enigmas?
Ahí se requería el poder de adivinar,
Que no te dieron ni los pájaros, ni los dioses.
Solo llegado yo, Edipo, sin saber nada, la acallé!
Pensando resolví el acertijo, no por el vuelo de los pájaros.
Créo que tú y tu consejero, llevaréis la culpa,
sonrojados en el destierro.

TIRESIAS:
No soy tu siervo, sino de Apolo.
Y no pido la protección de Creonte.
De mi ceguera te burlas, tú que ves, pero
No ves tu propia desgracia, ni de donde vives,
Ni de tus allegados.
Sabes acaso de quien desciendes? Eres enemigo
Secreto para los tuyos en esta tierra y en el más allá.
Pronto te golpeará la terrible maldición arraigada
En tu sangre por tu padre y por tu madre.
Serás expulsado de este pais.
Entonces, tú que tienes buena vista, quedarás en la noche.
Cuando conozcas el secreto de tu boda, y de tu casa,
Podrás enlodarme a mí y a Creonte.
Sin embargo, no encontrarás humano en el mundo,
Más desdichado por la suerte cruel, que tú.

EDIPO:
Debemos aguantarnos sus palabras?
Vete al diablo y pronto.
Sal de esta casa y sin dejar olor.

TIRESIAS:
Yo digo esto: el hombre que hace tiempo buscas,
Amenazando y anunciandolo a todos, como el
Asesino de Layo, ese hombre habita aquí,
Lo llaman extranjero, y pronto se verá,
Que es Tebano por nacimiento.
Y por su desgracia perderá sus riquezas,
Y buscará su camino con un bastón,
Errando por tierra extranjera.
Y sabrá que es a la vez hermano y padre de sus hijos.
Para su madre es esposo e hijo,
Siendo el rival incestuoso y asesino de su padre.
(Tiresias sale acompañdo por el joven. Edipo marcha a su palacio )

PRIMER CORO:
Oh cuantos horribles pensamientos
Me produce este adivino,
No debo creerle, pero creele ... No sé qué hacer
Yo correteé con las alas de la esperanza, sin decir ni sí ni nó.
Jamás oí que Layo hubiese sido enemigo del hijo de Pólibo.
Ni antes, ni ahora:
Cual inculpación, cual prueba,
En opinión de las gentes,
Amenaza a Edipo a la condena eterna?
El hijo de Labdacides es inocente, lo creo, creo

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